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Mostrando las entradas de septiembre, 2020

Mi piel, Mis tatuajes, Mi historia

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Mi piel, Mis tatuajes, Mi historia.   La piel, mi piel, las mareas, me han cuestionado tanto en cada playa, tanto, se han enfrentado a ciudades y labios que no conocen naciones, no recuerdan países, solo caricias.   Mi amiga intensa, mi Piel, mi tatuada piel, eres así tan diversa como el oleaje del mar, imprescindible, totalitaria, a través de ti, percibo el mundo tal y como es.     Dicen que el hábito no hace al monje, pero tú vistes por completo mí vida, la moldeas, yo soy lo que siento y tú me haces sensible ante todo. A veces eres muy blanca, morena o negra, es indiferente, lo importante es tu compañía a lo largo de la vida, lo que doy y lo que recibo inexorablemente a través de ti.   Adorada cómplice, el paso del tiempo te regala pliegues, surcos, en dónde no hago más que depositar mis experiencias y vivencias.   Piel, eres una suerte de extensión de mi Madre, jamás me abandonas, nunca me dejas vivir sin caricias, sin un abrazo perpetuo.  A veces pienso:  "Si no has sentido a

Feliz de volver contigo

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Feliz de volver contigo 12 del medio día, el calor era insoportable, sofocante, no sé cómo explicarme, pero en realidad les estaría mintiendo, si les digo que eso me importaba. Yo siempre me sentí muy cómodo en su presencia y estando en su interior. La casa, era grande y muy alta o por lo menos yo la recuerdo así; me recuerdo sentado a muy corta edad, bajo el umbral de la puerta de la cocina y frente a mí, ese largo pasillo, que solo era interrumpido, por reflejos, sombras y luces, salidos de cada uno de los cuartos a lo largo de su trayecto. Un cuarto, dos cuartos, tres cuartos y un consultorio. ¿Qué les puedo decir? Les confieso, que ya mis reminiscencias no son tan exactas, van a capricho de mi pluma en ocasiones. Lo que si recuerdo es que ese pasillo terminaba justo en la puerta principal. A mi izquierda, se encontraban las escaleras que conducían al segundo piso, un escalón seguido de otro, hasta elevarse a lo más alto, a otras estancias, a otras historias. Está casa tenía la part

La vida está hecha de tiempo

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La vida está hecha de tiempo En este cosmos, sempiterno y generoso lleno de mitos y verdades, él siempre está presente; así, tal y como lo conocemos sin ninguna tregua, constantemente nos conjuga, nos segmenta, suele ser protagonista absoluto en todo, nos marca incesante su paso, inexorable, fuerte, sin variar en su ritmo nos envuelve, nos domina. Es esa relación numérica matemática, un segundo, luego un minuto seguido de otro, una hora, seguida de otra y así por siempre. Cuando fijo mi mirada en las cosas pequeñas, en los detalles, suelo maravillarme profundamente; un ejemplo de esto es una hermosa y exacta clepsidra que me acompaña desde hace años en mi escritorio, siempre la observo y busco entender como el agua que juega dentro de ella conspira para limitarnos; sabiendo ella que está exenta que es totalmente libre, Pues si, ella es libre, el agua es realmente desenfrenada su existencia no se fragmenta, no se limita, ella sigue su ciclo vital, natural, una y otra vez, ella es eterna

Charlotte, Aníbal y Yo

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Charlotte, Aníbal y Yo.   Dentro de este mundo hostil, pero maravilloso que ha sido moldeado por la civilización posmoderna, nada ha de extrañarnos, nada nos toma por sorpresa; la comida se vende hecha y empaquetada, solo de calentar en hornos de microondas.  Ahora existe, la inteligencia artificial, los amigos virtuales, las novias virtuales, todo tiene un precio, todo se compra, todo se vende.  Charlotte es una mujer muy alta, de piernas hermosas, cintura pequeña, con cabellos largos que caen con gracia en su espalda, cuál cascada, negros, muy negros, generosos y brillantes.  Ella luce zapatos de tacón alto, de 15 centímetros, de un rojo intenso, tan finos que al caminar por la vereda parece que lo hiciese sobre la punta de sus pies.  Aunque, sin dudarlo, piensa y siente desesperada que vende amor, pero tristemente, nadie lo nota, nadie le compra.  Es, cuando giro mi cabeza, enfoco mi mirada y del otro lado de la calle, está un niño, Aníbal, vendiendo periódicos, él es tan joven, lid