Feliz de volver contigo



Feliz de volver contigo


12 del medio día, el calor era insoportable, sofocante, no sé cómo explicarme, pero en realidad les estaría mintiendo, si les digo que eso me importaba. Yo siempre me sentí muy cómodo en su presencia y estando en su interior. La casa, era grande y muy alta o por lo menos yo la recuerdo así; me recuerdo sentado a muy corta edad, bajo el umbral de la puerta de la cocina y frente a mí, ese largo pasillo, que solo era interrumpido, por reflejos, sombras y luces, salidos de cada uno de los cuartos a lo largo de su trayecto. Un cuarto, dos cuartos, tres cuartos y un consultorio. ¿Qué les puedo decir?

Les confieso, que ya mis reminiscencias no son tan exactas, van a capricho de mi pluma en ocasiones. Lo que si recuerdo es que ese pasillo terminaba justo en la puerta principal. A mi izquierda, se encontraban las escaleras que conducían al segundo piso, un escalón seguido de otro, hasta elevarse a lo más alto, a otras estancias, a otras historias.

Está casa tenía la particularidad de ser así, muy cálida, casi nunca estaba sola; la gente entraba, salía, había personas en los cuartos, pacientes para el consultorio, visitas, etc. A mi espalda, la cocina, el único lugar de la casa en donde jamás cesaba la actividad social; en ese lugar, no faltaban las conversaciones políticas, las discusiones sobre eventos deportivos, los debates interminables sobre quien, poseía la mejor receta, para preparar las caraotas negras; en fin, mil y una anécdota. Lo increíble del ambiente en esa cocina y de la casa en general, era el amor que se respiraba y la paciencia, que son los ingredientes principales que alimentan el alma y el entendimiento.

Muchos años después, Tuve la valentía de pasar por esa casa de nuevo, la cual ya no pertenecía a nuestra familia y la diferencia, en su energía era abismal. Sus paredes no desbordaban calidez, ni hermandad, creo que por esa extraña razón que solo impone la distancia, ya no me era familiar, en lo absoluto. Pasado unos minutos, de verla ahí, sin esa luz que la caracterizaba, sin esa aura maternal que la definía, puede comprender por qué ahora, se notaba ante mí, distante y fría. Y una vez más sin duda reflexioné, en voz baja me preguntaba en lo más profundo de mí:

¿Si ella sentiría, los mismos nervios que yo, ante mi presencia? 

"Aunque en mí, no se noten". 

¿Si el olvido traidor existió, de parte de ambos? 

"Que de seguro, es la cruel verdad".

¿Si las grietas, en sus paredes, tendrán el mismo significado, que tienen las arrugas, que cruzan mi piel sin tregua? 

"De esta manera, tan inexorable".

Quizás un poco sensible ante la situación, no puedo más que pensar, que sí; no puedo dejar de pensar en esto de una forma romántica. Y resuelvo, que somos dos viejos marinos, reunidos después de una muy larga travesía, cansados de haber recorrido Mares, con destinos inciertos, satisfechos de amores y de razones, que se encuentran una vez más y se saludan, bajo el Sol, ante un mismo Dios. 

Cuántos paralelismos, podemos encontrarnos a lo largo de nuestras vidas, todo lo que nos acontece, nos educa para circunstancias futuras. Así sin reparos, mi mente y mis pensamientos como un todo, me llevan a mi Patria, mi Venezuela, mi más grande casa. Nunca olvidemos lo que nos dijo el poeta, Antonio Gala "Una casa es el lugar donde uno es esperado". 

Quizás sea de esta forma, y no de otra, nuestro encuentro, así me cuestionaré lo más seguro, cuando esté de nuevo en presencia de tus fronteras. No desesperes que en cualquier instante, mi tierra amada, se terminarán nuestras largas y tortuosas travesías, estaremos una vez más, frente a frente, fijándonos tú en mí y yo en ti, riéndonos de nuestras arrugas, haciendo alarde y gala de nuestras canas, tú disfrutando de tu libertad y yo, feliz de volver contigo.










Comentarios

  1. Hola querido sobrino, como siempre es un placer para mi y para mi mente leer tus escritos. Pues me paseo por esos caminos que tu recorres y me hacen viajar hacía sitios que son al igual q tu particularmente conocidos y añorados para mi.. En cuanto a nuestra casa, esa que se llama venezuela;muchos quisiéramos recorrer sus caminos, muchos quisiéramos estar en esas arrugas q se llaman paisajes, que se llaman playas, comidas, familia. Si es de Dios y así lo permite, en algún momento ver a nuestra casa pintada de colores celestes, o mejor de acuerela o arcoiris. Esa casa nos espera con los brazos abiertos para darle a ella lo mejor q tenemos que es nuestro amor incondicional a esa casa q se llama venezuela. Sobrino seguiré aquí en este país que tambien está empezando a salir a maquillar sus arrugas. Bendiciones sobrino y que tu musa se mantenga activa.

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  2. Leyendo esto, no se porque me siento tan identificada.. Cuando murió mi abuela su casa perdió esa energía maternal, esa magia interna, la casa se hizo más grande y más fría, desde que mi abuela partió su casa en cabría les no volvió a ser la misma, incluso sus animales y sus plantas se fueron con ella, porque ni ellos aguantaron su ausencia... La casa sigue igual, con sus grietas, sus tantas habitaciones, su tanque de agua (que en mi niñes la sentía como piscina olímpica).. Pero no esta Aura cohinta y su casa no se siente igual!!!

    Gracia sprimonpor tan hermoso escrito

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