Existen dos tipos de noche y la palabra ¡No!
Existen dos tipos de noche y la palabra ¡No!
Realmente eres así consecuente,
Negada, muy negada.
El amor tocando, rasgando tu puerta y tú, de pie allí, inmóvil, distante.
Deberías sentirlo, experimentarlo, deberías abrirte un poco a la magistral nota que solo alcanza la más fina lira del romance.
La del fugaz ¡Sí!
Tú y tu insistente negativa, tú ¡No! Constante y tu cortante realidad, son dagas, espadas certeras que me impulsan hacia ti, a tus brazos.
¡No! Cada vez que te susurro dejo en claro el peso de tu arte, dominarte, colocarte en el momento justo ante mis debilidades o ante mis fortalezas, se hace un ancla en mi vida de la cual haré fondear, el buque que transporta mi alma por la ruta de la fe, por el sentimiento de la esperanza de una vida mejor, de un mundo aún mejor.
La palabra ¡No!
Denota la inexistencia, o lo contrario, de lo designado por la voz a la que precede o la ausencia de lo expresado por ella.
Interesante ¿No les parece?
Para mí lo es y mucho ¡Lo confieso!
1 de agosto 2003, si acaso pudiere yo darle un concejo sería:
“Que pusiera a trabajar de manera lineó-funcional su inteligencia con su prudencia y ponderación.
Y una vez las tres alineadas en alguna oportunidad, Capitán diga que No”.
Así lo hizo entender fuerte y claro en sus palabras esgrimidas de forma enérgica ante un público atento y expectante el escritor C.N Bernardo Jurado Capecchi, en el cuasi milenario acto de entrega y recepción de mando de un buque, en aquella ocasión la de su buque de Guerra.
Es así, la palabra ¡No! Implica un universo, es necesaria, sin duda, quizás encierra un arte por estudiar en sí misma, abriendo mundos y cerrándolos con la misma velocidad, con la misma precisión.
Existen muchos ¡No! Pronunciados o emitidos por gestos o señas que son entendidos de inmediato, pero existen otros que al ser coronados transmiten el efecto contrario, el mejor ejemplo de esto que trato de expresar, es cuando en sutil rocío se amanece sobre unos labios húmedos y ya cansados de besar pides insistente como la marea más, solo uno más.
Entonces solo entonces un ¡No! Nace de esa rosa hecha carne y miel haciendo volcar el más profundo deseo de lo contrario.
Me dices ¡No! Con tu linda y delicada cabeza, girándola de lado a lado, dejando que la brisa se entrelace con tus cabellos, dejando sin lugar a los milagros.
Negarme tus labios es como negar que existen dos tipos de noche.
La noche en la mar, llena de estrellas, de sirenas, de movimiento, la noche que navega con calma, la que se expresa acompañada del canto de ese pájaro nocturno que nos avisa que la costa no está tan lejos, esa noche llena de chapoteos de delfines en el muelle de la Orchila, donde jugábamos con nuestras manos en el plancton luminoso y ese aroma que trae el viento, a carabelas, y a sal.
Y la otra noche, la subterránea, la de la ignorancia, la del desamor, la de calles desiertas y semáforos destellando en rojo, solo en rojo.
¡No! Palabra compleja, dualidad en ti, deseos en mí, eres mi debate presente, constante.
Por: Luis Gonzalo Guerrero.
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