Desafiante.
Desafiante.
Y aquí me encuentro una vez más ante ti, cuál David ante Goliat, con mis manos desnudas, sin piedra, ni honda, con la certeza que lo eres todo para mí y yo tan solo uno más para ti.
Como siempre, mi pecho se hincha de tu brisa ante tu presencia y la luna como testigo, observa quien soy, ella rebelde, silente y expectante.
Jamás me había sentido tan desafiante, quizás llevado por este sentimiento, decido abrir mis emociones y hablarte como lo puede hacer un mal hijo ante un buen Padre, cuando el tormento se apodera del corazón y la desesperanza le hace el amor al marchito corazón de un hombre.
En la oscuridad de tus aguas veo reflejado este bajo sentimiento que no enaltece quien soy, pero a mi pesar me refleja.
Una a una las olas vienen hacia mí, recordando una y otra vez que nada se detiene y que todo seguirá en movimiento aún sin mí o sin mi aliento.
Tu poderoso rugido, que es tu lenguaje ante los tristes, me dice:
¡No te atrevas!
Y mi mente me grita:
¡Recuerda a Odiseo!
Pero no temo, pues sé que hay peores castigos en vida que perderse en ti, Mar.
Las palabras se acumulan en mi boca, tanto así como las lágrimas en mis ojos, y sin poder contener nada en mí, ni la decepción, ni la amargura, dejo salir lo que nunca debió entrar, el desamor y el desasosiego.
¿Honrarte yo?
Grito cerrando los ojos.
¿Por qué? ¿Acaso has calmado el sufrimiento de quien vive abrumado?
¿Acaso, alguna vez, has juzgado con piedad las lágrimas que alimentan tus orillas?
Yo que me he forjado y hecho hombre en tu sal, en el tiempo todopoderoso e inclusive en el destino que son los amos y señores, tanto tuyos como míos.
¿Crees que debo odiar la vida?
Pues no, aquí estoy secando mi rostro, buscando asir mis manos en el timón de mí sentir y así capear la tormenta que se aloja en mi mente y en mi alma.
Triunfante saldré una vez más, dominaré lo que se deje dominar y dejaré ir lo que se quiera marchar, definitivamente el sentimiento es mío, no tuyo, me desahogo en ti, no contigo.
Entiéndeme una vez más y amanece, para poder ver tu majestad y así borrar el torbellino de este dilema.
Sé que aunque me ignoras en este momento por atrevido, tus aguas siempre serán mi hogar, mis hermanos tus habitantes y mi alimento serán tus frutos, y de esta noche inolvidable escribiré y solo seré entendido por mis semejantes, los hombres y mujeres mortales que ríen, que sufren y como yo te viven y respetan.
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