Oír es precioso para el que escucha





Oír es precioso para el que escucha. 


 Aunque alta está la marea serena está la mar, pienso y actúo como el serval en las llanuras centrales africanas.

 Este felino tiene una capacidad única entre sus semejantes del reino animal, tiene la capacidad de mantener los ojos cerrados por más de 15 minutos y solo dedicarse a escuchar, eso lo hace exitoso en más del 50 por ciento de sus intentos de caza.

 Para nuestra desgracia hemos perdido la capacidad de escuchar.

 Podemos estar sentados frente a un hermoso piélago azul, basto, ruidoso que sin emitir palabra alguna se comunica, ruge, chasquea en espuma cuando llega apresurado a la cúspide en olas, cruje imponente contra la roca y susurra lirios de amor al oído de un enamorado.

 Pero hemos perdido la capacidad de escuchar.

 Suele aparecer sin previo aviso un amigo o un maestro que hecho Chamán reparte Flores de conocimiento, se eleva con su espíritu y de su boca salen palabras de profetas.

 Y no lo podemos escuchar.

 No suelo preocuparme en demasía por muchas cosas, pero esta realmente me preocupa y dedico este tiempo a ella.

 Que importante es escuchar o aprender a escuchar.

 Entender los mensajes que nos pone la vida ante nosotros es un acto de máxima necesidad, de todo lo que nos rodea podemos obtener un aprendizaje.

 Así como el serval pequeño gato veloz que caza y vive en la parte central de África que debe toda su sobrevivencia al arte de escuchar, cada cosa viviente sobre la faz de la tierra tiene algo que decirnos, lleva un mensaje, está de nosotros interpretarlo y disfrutarlo.

 El día a día y las adversidades de la vida cotidiana no deben ser un obstáculo a la hora de escuchar y ser escuchado, la comunicación es parte fundamental del imperio de la razón y la buena convivencia.

 Soy feliz escuchando me encanta escuchar voces de viejos maestros, de nuevos maestros, la voz de mi hija en su incesante curiosidad, la voz atrevida del amor que se desliza entre sábanas de seda y arropa lo que no se puede arropar con tela.

 El ego impide el escucharnos, el no escuchar es un vicio adquirido por la era moderna, es no entablar una conexión real con lo que nos rodea estamos en una constante competencia por aparentar que nos escuchamos y en muchas de las ocasiones no estamos escuchando para nada, únicamente aguardamos el turno para poder hablar y esto en el caso de los más educados.

 El disfrutar de escuchar con atención es un placer hermoso, tanto así que se puede llegar hasta las lágrimas escuchando Tannhäuser, Ópera de Richard Wagner de 1845, inclusive se puede llegar a un éxtasis escuchando la voz encantadora de una buena amiga de infancia o los consejos amables de un apreciado sensei.

 Definitivamente, escuchar es un arte que nos pone en otro nivel, un nivel más adecuado, próximo a lo justo a lo sagrado donde la vida se hace plena y ordenada, la satisfacción se hace posible y sublime.

 Yo no dejaré de escuchar el mar que llevo dentro, las palabras de cada uno de ustedes que llevo en mi corazón, tampoco la razón de mis padres que tanto insistieron en mí y así dejaré que la brisa roce mi frente con más suavidad que en tiempos pasados, para poder disfrutar así de este presente cargado de sonidos de vida.


Por Luis Gonzalo Guerrero.


Autor de: "Un adiós en el malecón".



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