Sin tiempo, sin límites.



 

Sin tiempo, sin límites.


 Hoy es un nuevo día y como tal, es un nuevo comienzo, un nuevo despertar.

 El movimiento de la vida es una de las situaciones más difíciles de manejar, en ocasiones sentimos que nuestro paso existencial es totalmente plano y cíclico, o sea, todo se repite o entramos en una extenuante rutina.

 Según la tasa de mortalidad registrada en 2021, la esperanza media de vida al nacer para una mujer en América Latina y el Caribe es de 79 años y la esperanza media de vida de un varón recién nacido promedia los 73 años en toda la región.

 Entonces podemos entender que una mujer vive un promedio de unos 28.854.75 días y que un varón vive unos 26.663.25 días más o menos a lo largo de sus vidas, ósea que por ejemplo yo un varón de 45 años de edad llevó 16.436.25 días cumplidos de ese promedio.

 Y  usted se preguntara:

 ¿A dónde quiero llegar con esto?

 Mi punto es que aunque suene contradictorio los números no lo explican todo es una forma muy pulida de buscarle acomodo a nuestro caos interno y a nuestro drama psicológico de querer mantener el control de todo.

 Con el simple acto de observar nuestro reloj podemos organizar nuestro día en tareas y funciones que nos permiten sentir que le estamos dando una utilidad a nuestras horas, acto este que nos hace sentir complacidos en parte por que sentimos que no estamos perdiendo nuestro tiempo.

 Seguir ese patrón aunque consuela va mucho más de la mano con lo contrario, el tratar de organizar nuestra vida de una manera convencional y matemática lo único que genera en nosotros es un total sentimiento de que todo depende de nosotros y del orden impuesto por nosotros, cosa que nos trae una consecuencia única, una profunda decepción.

 "El tiempo es relativo" ya lo hemos oído hasta el cansancio, "Hay tiempo para todo"  es otra frase trillada y si, son frases que repetimos con mucha fuerza, pues son un reflejo de lo que no dominamos.

 Manejamos un promedio muy bajo, por no decir ridículo, de nuestras funciones físicas, de nuestros procesos químicos y neurológicos, es decir, vivimos, respiramos o existimos, no por nuestra capacidad de organizarnos, sino por nuestra capacidad de sentir la vida y poner nuestros sentidos a merced de lo que nos rodea.

 Aceptarnos como parte de un todo que ha estado completo antes de nosotros estar aquí y que seguirá estando completo después de que nosotros no estemos aquí, es algo que requiere nobleza ya que somos parte del nutriente de la vida, una parte que con el transcurrir de los días se va diluyendo y dando energía al mismo sistema. 

 Por eso expreso que no son reales las alarmas sonoras de los celulares, ni el antiguo despertador alemán de campana puesto en mi mesa de noche. 

 Lo real es el mecer del cocotero bajo la nube blanca con forma de helecho, lo real es el intenso cerúleo que rasga mis ojos bajo este cielo amado, son reales los besos y el sonido de los latidos que marcan el compás de cada uno de ellos.

 Así los invito a vivir la vida con los pies puestos en ella y la mente volando a través de ella, de sus regalos, llenar nuestro período en este planeta de lo hermoso que nos ofrece, compartir nuestras ideas y pensamientos de una forma guerrera y abrir paso a lo que somos unas criaturas maravillosas sin tiempo, sin límites.


Por: Luis Gonzalo Guerrero. 


Jurado Grupo Editorial. 


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