En todas y en cada una de tus orillas.


 

En todas y en cada una de tus orillas. 


  Amo al Mar Caribe, su color, su brillo, su punto salino, la calidez de sus aguas, su fauna, esa forma tan particular de abrazarme en el preciso momento en que me sumerjo en sus aguas, amo lo generoso que ha sido conmigo y con todos los que en algún momento hemos surcado sus aguas.

 Está fijo en mí, el vuelo de la gaviota, la valentía del Martín pescador, el ataque del Pelícano contra la superficie plateada y rasgada por olas y espuma, adoro ese momento en que este majestuoso animal se lanza en picada con la determinación de mil centuriones y rompe con su portentoso pico el océano, para su más seguro encuentro con un colorido cardumen.

 El Mar Caribe es un sentimiento que me acompaña a diario, es el despertar de mis sentidos, es el descubrir la paz, es y de una forma definitiva, un reencuentro con esa parte amable, perdida al nacer, al abandonar el vientre materno, es sentir una vez más la ingravidez y el placer de flotar dentro de una madre, pero esta vez la gran madre tierra.

 El hombre es lo que vive, el hombre es lo que ama, vivir lo que se ama es un placer que no se compara con nada y el cúmulo de mis experiencias en sus aguas, en su totalidad, son mi vida entera.

 Es un hecho cierto, frente a sus aguas nací, en sus arenas crecí, en cada una de sus playas me enamoré, tuve la dicha de compartir, de reír, de sentir el maravilloso regalo que es la amistad, ha sido sin duda alguna el Mar Caribe el perfecto arquitecto de mis retinas, el molde eterno de mi corazón.

 Ahora que me encuentro lejos de sus playas, añoro el dulce olor de su brisa, extraño la hermosa canción producida por el mecer de los cocoteros, echo de menos observar desde la proa de un viejo y marinero peñero, la estela blanca e Inmaculada abandonada a la distancia, mientras el Delfín acompaña mi vista hasta perderse en el horizonte.

 Extraño eso, inclusive extraño más aún, el final de la faena, cuando el ocaso difunde colores por doquier y el cielo se hace un lienzo gigante y eterno, como los brazos de un buen Padre.

  El que ama moldea lo amado, el que observa lleva en su pecho lo observado y a ti mar Caribe de mis amores, te llevo colgado en cada uno de mis pensamientos, pido al divino timonel que sea conmigo complaciente una vez más y que esta travesía que es mi vida, tenga un derrotero cierto, calmado, donde poder atracar y dar sosiego a esta pasión que solo se nutre en tus islas, en todas y en cada una de tus orillas.


Por : Luis Gonzalo Guerrero.


JURADO GRUPO EDITORIAL.


Comentarios

  1. Hermosa reminiscencia Luis Gonzalo; quienes vivimos y trabajamos en la mar por unos cuantos años, nos inspiran tus palabras y estimulan un hondo suspiro al rememorar cada uno de los días vividos en contacto con nuestro amado Mar Caribe. Gracias por expresar en forma tan expresiva nuestros atesorados recuerdos. Bravo Zulú!!!

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    1. Gracias, mil gracias por sus palabra me llenan profundamente. Un fuerte abrazo fraterno.

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