Posibilidades merecidas



Posibilidades merecidas


 El que ama la dignidad de la vida, se esfuerza día a día en darle un sentido, en estructurar paso a paso la forma de encontrarle un derrotero meritorio, útil y de importancia.

 Se estima que existe la vida en la tierra desde hace 3700 millones de años, pero el sentido de la vida por lo menos para algunos en los cuales me incluyo, va mucho más allá del hecho de respirar meramente. Se basa en la comunión con nuestro espíritu, con nuestra alma, con nuestro entorno y lo que deriva de él.

 El respetar la vida o valorarla debe ir de la mano con lo que piensas, en como actúas, en como utilizas los recursos disponibles en tu beneficio y en el de los que te rodean como ente pensante.

 Estar atado a una existencia plana sin forma que solo es movida simplemente por la inercia que provocan las masas me parece un desperdicio total de la chispa vital, no comulgo con lo simple, lo vulgar y lo cómodo, pues pienso que cada vez que te sientes complacido del todo con algo o en alguna circunstancia, es el avance lo que se ve truncado.

 Quizás por motivos muy personales tomo cierta distancia de los que ven como una ciencia exacta a la cooperación, que la ven como fin último para conseguir un objetivo en común o individual y dejan a un lado un factor clave como lo es la competencia.

¿Por qué expreso esto, se preguntarán?

Y se los respondo de una manera convencida.

 Sin duda alguna la competencia es la forma más desarrollada de la cooperación, es el camino y su fin último.

 La competencia genera algo que no tiene precio, algo que nos distingue y nos impulsa, eso se llama pericia, que es el motor básico y fuente de poder de nuestra existencia como seres superiores.

 A través de la pericia podemos contener la presión que ejerce nuestro entorno sobre nuestras debilidades más básicas, como también de las más complejas.

 Él siente que siempre fue así, no sabe en qué momento fue que perdió todo, cuan difícil se le hace a Ernesto ver el punto exacto en que su vida se convirtió en un electrocardiograma plano sin picos, dentro de su cabeza escucha ese sonido incómodo, escalofriante, monótono, que producen esos aparatos cuando el latido del corazón deja de ser percibido o simplemente está ausente.

 Es así, su día a día se le iba detrás de un escritorio, grogui por completo, hora tras hora. El ver su reflejo en la pantalla de su ordenador era lo único que lo mantenía en cuenta de su existencia, solo eso y nada más.

 Hace tres años que fue nombrado por el gobierno central como jefe de la secretaría técnica de cooperación internacional, este puesto además de ser la Guía oficial de Trámites y Servicios, busca mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, fomentar la competitividad, el emprendimiento, propender a la eficiencia en la economía y garantizar la seguridad jurídica.

 Todo esto dicho de esta forma suena perfecto, pero resulta que él jamás compitió para ese puesto, él jamás hizo nada para ser merecedor de él, su pericia en ese campo para el que fue designado era mínima, es más podemos decir sin temor a equivocarnos que era totalmente nula.

 Él simplemente fue designado por cuestiones políticas, de compadrazgo, viéndolo de forma exacta podemos decir que fue un hecho de amistad mal practicada.

 Lo que resultó para Ernesto en una suma de malestares insoportables a nivel anímico y moral, por qué sentía que no tenía sentido el ejercer un puesto tan importante sin tener ninguna habilidad en la cual sustentarse.

 Podemos entender un poco a Ernesto y también podemos entender que esto es lo cotidiano en la mayoría de las dependencias de gobierno, por lo menos en nuestra América latina.

 La infelicidad de Ernesto y la ausencia total de vida en su cuerpo, era parte clara de su necesidad, de esa necesidad que no podía satisfacer.

"La necesidad es siempre relativa a un obstáculo o fin. Así pues, la necesidad es mayor cuanto menor es la pericia de sortear obstáculos o menor es la ambición de nuestros proyectos".

 La pantalla del ordenador de Ernesto no reflejaba sino la verdad, reflejaba lo vacío que puede llegar a estar un hombre ante el peso de una responsabilidad que no es capaz de cumplir por falta de pericia, la meritocracia y la sana competencia aunadas al hambre de saber, constituye un punto distintivo en el crecimiento de un ser.

 Nunca abandonemos la competencia por una cooperación malentendida, desarrollemos pericia en todos los ámbitos posibles, para así hacer de nuestra vida algo digno y abrir ante nosotros todo un mar de posibilidades merecidas.


Por: Luis Gonzalo Guerrero



Autor de : "Un adiós en el malecón"



Gerente de zona del Grupo Editorial Jurado Ecuador JuradoEditorialEcuador@gmail.com JuradoEditorialEcuador@gmail.com juradopublishing@yahoo.


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