Entre amigos, gatos y libros

 




 Entre amigos, gatos y libros



 El intercambio de ideas y pensamientos con amigos o personas inteligentes, enfocadas y disciplinadas, conlleva a un sinfín de cosas, importantes todas de hecho, pero hay dos que a mí en lo particular me gusta destacar.

 La primera:

 Es lo que siento, me siento como la tierra fértil al ser impactada por las semillas del trigo, me acontece ese hermoso milagro del intercambio de deseos, de buenas nuevas, se respira esa energía dejándose llevar por el progreso.

 La segunda:

 Son esas maravillosas conversaciones llenas de un toque de magia, donde el experimentar, el sacar de lugares muy disueltos en espacios de la mente ese humor perdido en lo cotidiano se hace un placer. Todos sabemos que ese tipo de conversaciones no se disfrutan de seguido o a cada instante, son pocas pero inolvidables.

 Por eso lastimosamente no hablo con cualquiera, ni puedo ser amigo de cualquiera.

 Hola, ¿cómo estás?

 Me dice de una forma muy gentil.

 ¡Muy bien gracias!

 Respondo.

 Ya me llegó, tu más reciente libro ya está en mis manos, no lo he leído completo, pero hasta ahora va muy bien.

 Me dice ella con voz de terciopelo, sin dejar de observarse ni por un instante en el espejo gigante que se encuentra en la sala de su departamento.

 Se hace una pequeña pausa en la conversación, mi mirada se dirige a la habitación más cercana y observó un hermoso gato reposando sobre una cama grande y cómoda, a su lado está mi libro, mi más reciente obra.

 “Que hermoso animal”.

 Le dije sin medir ninguna consecuencia.

 Es que es de confesar que realmente era un hermoso gato, un digno ejemplar de su especie.

 “Es hembra”.

 Me aclara, Jeanette.

 Y rápidamente reafirmo mi comentario y le aseguro:

 Es linda sin duda alguna.

 De inmediato noté que su rostro por momentos cambió.

 Asombrada, pregunta:

 ¿Cómo lo sabes?

 Ese es su nombre, nosotros la llamamos así:

 “Linda”.

 Increíble, te lo juro, no sabía nada, de antemano te lo aclaro.

 Le respondo y continúo.

 Disculpa por no tener un don secreto en ese sentido, solo la vi y me pareció “linda”.

 Aunque viéndolo bien podría ser un acto de pura deducción de mi parte, entendiéndolo de cierto modo.

 Dije airadamente.

 Y aparte Jeanette, no te creo capaz de ponerle a tan hermoso animal un nombre pomposo, sobrio y recargado como:

 “Norma”

 Por ejemplo.

 Aunque seguiría siendo muy hermosa igualmente, es una gata común y no sería una “norma” en sí misma, estamos claros que eso sería algo de destacar por qué así te empeñes en llamarla de otra forma con un nombre célebre como “Juana” al verla a simple vista no sabrías si está loca o no, eso llevaría un tiempo, sería algo de un detallado análisis y no creo tener tiempo de sobra para eso, ni yo, ni tú, ni nadie para ser francos.

 Y sigo.

 Quizás, la gente en su empeño de guiarlo todo, te diría que linda está “Juana” y eso podría causar algún tipo de confusión, te recordaría a momentos que “Norma” no es un nombre adecuado para una gata, pero “Juana” tampoco y menos si no está loca y es muy linda.

 Sin poder detenerme murmuré un poco más.

 “Linda” Tu hermosa gata, para ser una “norma” sería una “Linda” hecha en serie por qué de seguro que existen más gatas lindas aunque no sea tu misma gata.

 Sé que me entiendes Jeanette.

 Le dije con mis ojos fijos en ella.

 Jeanette entre risa y miradas de aprobación, sigue arreglando su cabello de forma ordenada frente a su espejo y dice:

 Ya terminaste o tienes algo más que decir de mi pequeña mascota y su nombre.

 ¡Claro, ya terminé!

 Solo una cosa más.

 Por momentos observando a “Linda” y pensándolo en detalle, también has podido llamarla:

 “Jolie”

 Todos sabemos que el francés envuelve los sentidos y que las palabras se hacen azúcar al entrar por los oídos.

 Pero… porque siempre existe un pero…. Eso traería otras consecuencias. Me dice Jeanette, sin dejar de reír.

 En eso estamos de acuerdo, consecuencias un tanto mayores.

 Le Digo y continúo, apretando por instantes mis manos contra el sillón.

 Aunque no tengo por qué decirlo, estamos claros que todo esto se gesta, en mi particular modo de ver las cosas, y se Jeanette que tú estás muy cerca de todo esto que hablo, pues ya me has demostrado que tienes buen gusto al llamar a tu gata de una forma adecuada:

 “Linda”.

 Ser llamado de una forma inadecuada es algo muy molesto, puede ser tomado en ocasiones como un acto de venganza y te repito sé que eres incapaz de eso.

 Quiero confesarte mi querida amiga que en el momento que me tocó a mí ejercer ese difícil rol de hacedor de nombres, se me hizo sumamente difícil, más aún cuando me tocó nombrar a mi hija menor, ya que con el varón no hice ningún esfuerzo pues era gracioso y fornido al nacer, pero en realidad no era tan lindo.

 No me quedo más remedio le puse “Luis” como yo.

 Como te decía, todo se complicó cuando nació mi hija, pues ella si era muy linda al nacer y todavía lo es, para mí pesar no pude más que detenerme no pude ponerle “Linda”, ya que ese es un nombre de gata como bien tú lo sabes y quien haría eso a lo más hermoso de su vida, aparte su madre tampoco lo aceptaría.

 Pero llegó querida amiga, llegó ese momento, momento clave en mi vida, donde casi caigo en la tentación de llamarla "Linda", "Alejandra" o "María" y es donde todo concuerda donde todo encaja, entiendo perfectamente por qué nombraste a tu gata de esa forma, pero ese no podía ser mi caso son circunstancias muy diferentes.

 Me sobrepuse, aunque todo en mí me lo pedía, pero no podía romper mis propias “normas” debía contener mis deseos y la llamé Luisiana, como el Estado número 18 en ser admitido en la Unión Americana.


Por: Luis Gonzalo Guerrero



Autor de: "Un adiós en el malecón"



Gerente de zona del Grupo Editorial Jurado Ecuador JuradoEditorialEcuador@gmail.com JuradoEditorialEcuador@gmail.com juradopublishing@yahoo.






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