Hoy conocí el día exacto de mi muerte


 Hoy conocí el día exacto de mi muerte



 Hoy se desveló ante mí una realidad, llegó una revelación la cual no pedí.

 Es extraño en realidad lo que voy a pasar a narrarles, jamás pensé que llegaría hasta mí está gracia divina y menos de esta forma.

 En mis tiempos libres que son muy pocos, cuando me permito estar solo, me gusta caminar por las calles de Guayaquil, sin más nada en mí que el afilar mis sentidos y llenarme de un total disfrute. 

 Me enfoco en destacar lo hermoso de lo cotidiano, las expresiones de felicidad en los rostros de los transeúntes, contempló de forma indiscreta el beso edulcorado, rebosante de amor que construyen esa pareja que se cree invisible ante los ojos de todos, pero su intercambio de caricias los hace a ambos, un faro incandescente en la tonta idea superficial de la Ciudad.

 El estar en presencia de la verdad no es descubrir, es en mi opinión un reencuentro, es quitarle el velo que cubre a ese hecho y esclarecerlo por completo.

"La verdad es abrir bien los ojos".

 Sin planificarlo, llego a los lugares que más me agradan llevado por mis pensamientos y deseos.

 Paro en algún café o en un Bar y sin pensarlo mucho, dejo que súbitamente me acaricie tanto mis labios como mi garganta, la espesa espuma de una fina cerveza alemana, quizás y lo reconozco es mi momento de mayor egoísmo, dónde solo pienso, siento, degusto y respiro.

 Ya cercano al puerto de Guayaquil, que debo decir que es un impresionante puerto, que según tengo entendido aproximadamente recibe el 92% de las importaciones de la República de Ecuador y el 55 % de todas las exportaciones del país.

 Suelo recrear mi vista allí, también mis ansiedades, suelo disfrutar de los buques de gran calado, de las maniobras, en fin del ambiente en general, lo siento, lo vivo, todo en ese lugar va en mí.

 En fracciones de segundos cuando mis ojos estaban direccionados en la estela de un buque mercante, categoría Panamax de bandera taiwanesa, que a unos doce nudos abandonaba el puerto, un peso en mis párpados hace que cierre mis ojos, la imagen plateada de aquella estela cubre mi pensamiento por completo y empieza el encuentro con mi destino, así empieza esta historia.

 Hoy conocí el día exacto de mi muerte, hoy fue revelado ante mí de una forma muy exacta las circunstancias, lugar y fecha en la cual voy a zarpar de este mundo.

 Quizás suene ante ustedes lo que narro cómo algo imposible o fuera de la realidad, pero tomen en cuenta que los estados de la mente y la misma mente no tienen límites y lo que hoy pueden considerar un imposible, es tan solo una verdad que se oculta la cual no te has encontrado aún, puede ser un hecho existente que no le has quitado el velo, dicho de una manera más sencilla:

 "No has abierto bien los ojos".

 Primero, números sin ningún sentido aparente, números, cifras, luego como cuando el alumbrado público falla y se interrumpe entre un sonido estridente y ese efecto estroboscópico, asi senti mis latidos, fuertes, acelerados, sin duda alguna me causó una alarma inmediata, pues me sentí en presencia de algo fuera de serie, me sentí en un momento mágico, purificador, así fue el frontispicio de lo que hasta el día de hoy ha sido, los momentos más divinos de mi vida.

 Pasé del desespero a la incredulidad, de la incredulidad a la negación, de la más absoluta negación, a la aceptación y por último a la resignación.

 Una resignación inteligente ante lo que llegaba hasta mí, esto en forma de un hilo conductor de oro, que me permitió sintonizar el mensaje.

La visión comenzó con mis manos, robustas cargadas de todo y de nada, ya que solo obtengo con ellas lo que aprieto, lo demás va y viene como las olas, como las mareas.

 Veo en detalle mis dedos, manchados de tinta, curvos muy maltratados por el hábito de escribir y pescar.

 La escena se desarrolla en mi mente no de una manera normal como suele ocurrir en mis sueños, en esta ocasión se tornó solemne, a todas luces merecía toda mi atención.

 4 8 15 162 3 42 se repetía una y otra vez este número, lo veía en mi mente muy claro, de diferentes ángulos la imagen no se mostraba plana en dos dimensiones, la cifra se mostraba con relieve en tres dimensiones y giraba sobre sí misma.

 Quise darle un sentido, pensé podrían ser fechas de nacimiento o números de registro social, en fin en segundos pensé de todo.

 Deje de ver mis manos y levanté la vista, observo que estoy en el puente de un buque pesquero de unos 27 metros de eslora, observo el mar y distingo por su color que estoy en el Pacífico, aunque no tenia ninguna seguridad, ese azul es inconfundible, es muy diferente al color verdusco del Atlántico y menos encaja en la tonalidad traviesa del caribe que está grabada en mi mente desde que nací.

 Veía todo, pero no me extrañaba nada, todo me era familiar, todo lo que veía era mío, ese era el buque que siempre quise.

 Definitivamente estaba solo y también lo acepté y por casualidad vino a mi aquella popular frase: 

“Como llegué, me voy... solo”.

 Intento desplazarme por el puente y siento tan vívidamente el peso extremo de mi cuerpo, como si tuviera una chaqueta de plomo de cientos de kilos, pero esa no era la razón de tanto peso era los años en mí que habían pasado factura.

 Luego de apartarme un poco del timón veo el reflejo de mi rostro en el radar, lucía cansado y con una larga barba blanca que roza mi pecho.

 Sobre el monitor de la zonda de profundidad, una foto muy desgastada y parcialmente quemada en uno de sus bordes, esta foto de color sepia de mis hijos con sus respectivas familias, se notaba solo con verla que todos estabán bien, se veían contentos, completos en cuerpo y alma.

 Me calculo de unos 72 años, aunque lucía como de 80, el sol había recorrido cada una de las arrugas de mi cara y en toda mi boca jugaba un espeso sabor a ron, a Dorado, a pez Espada, a mar.

 Me dispuse a tomar el mando de mi buque, coloco mis maltratadas manos de nuevo en el timón, timón muy delicado hecho de madera de Puy muy hermoso. 

 Sigo buscando como ubicarme en el mar y no encuentro referencia visual, recorro el puente con la mirada y veo un antiguo GPS,  para mi sorpresa marcaba 4 8' 15 n 162 3' 42 w.

 Todo encajaba estoy en el Pacífico, en mi viaje soñado, seguramente zarpe de México, pasé por Hawái y dejando ya al disfrutado Honolulú atrás, me dirijo hacia el Mar de Salomón dónde el agua es rica en peces de buen tamaño y en cultura, donde todo es exquisito y he recibido tanta sustancia para cada uno de mis libros.

 Ubicado vuelvo al timón, subo el volumen de la radio AM y suena "El Gran Combo de Puerto Rico", con una antigua canción titulada:

"Asi son las mujeres"

 Aprieto mis manos y pienso debo llegar a Majuro, unas semanas en las Islas Marshall seguramente es lo que necesito, disfrutar de las mieles paradisíacas, ricas e inagotables, de una linda asiática con malos gustos.

 Pero la revelación, mi visión tenía un fin, un propósito y este era mostrarme el último día de mi vida y no podía eludir ese hecho.

Entrando la tarde, a las 3 pm de un 21 de diciembre para ser exactos, se cierra el cielo, la presión atmosférica baja precipitadamente y lo que era el mar más azul y brillante se tornó negro y revuelto, las olas empiezan a sacudir mi buque y fue cuando comprendí que mi momento había llegado, ese era el punto exacto dónde me había llevado el cúmulo de mis acciones, el arrebato de mis pasiones, de mis torpezas y asertos. 

 Llegó el momento de poner firmeza y de devolver con mi frágil vida, todo lo que el mar me dio.

 Una columna de agua gigante eclipsa el sol y su sombra fría y sin sentido deja todo en penumbras, doy giro al timón todo a estribor, pongo mi proa a la astuta ola y mi pequeño, pero gran buque comienza un ascenso forzado, interminable hacia la cúspide de ese enorme monstruo.

¡Ambas máquinas full avante! Grité aunque nadie me fuese a escuchar.

 Se sentía en todo el buque como si el motor se fuese a salir por completo por la boca de las calderas, tanto era el esfuerzo que hasta el puente se tornó cálido por las altas temperatura de la sala de máquinas.

 Lo sabía, algo en mí me decía que no lo lograría pasar y era eso lo que más me atraía, me aferré al timón con mi mano derecha y con la izquierda empuñe la foto de mis hijos y grité, grité tan fuerte como pude.....

Quizás, Grité el nombre de alguna mujer, el nombre de algún país o el nombre de algún Dios que hasta ahora desconozco, de un momento a otro se hizo todo Silencio, más y más silencio.

 Tuve la sensación de que pasaron por lo menos 100 años, abrí mis ojos y estoy de nuevo en Guayaquil, el buque taiwanés ya se había perdido en el horizonte, tomé lo que quedaba de mi exquisita cerveza, vi al cielo, dibuje en mi rostro una sonrisa cómplice y dije:

“Gracias, ahora espero que cumplas tu palabra”

 Complacido de la manera más absurda, me levante de la mesa un tanto confundido y hasta agotado, pensé he vivido por mi ley y moriré por ella no se qué he hecho para merecer tanto, afortunado dirigí mis pasos hacia mi hogar o quizás hacia otra cerveza, después de todo realmente quien lo sabe.


Por: Luis Gonzalo Guerrero



Autor de: "Un adiós en el malecón"



Gerente de zona del Grupo Editorial Jurado Ecuador JuradoEditorialEcuador@gmail.com JuradoEditorialEcuador@gmail.com juradopublishing@yahoo.





Comentarios

  1. Excelente! Magistral como siempre 👌👏👏👏👏

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  2. Yo admiro a la gente que vaticina la muerte ,es como desafiar a lo desconocido ....yo prefiero no enterarme ,prefiero no predecir, ni menos imaginar ...prefiero la vida así tal cual con su día a día, con sus bajas con sus altas ,con sus ganancias y con sus pérdidas...cuando tengas 80 años y te montes en un peñero, en un barco ,lo que te lleve mar adentro ...allí podrás decir ...ahora es mi hora...así que disfruta todo lo más que pueda,deja legados y deja grandes recuerdos en los tuyos ,para que siempre digan mi padre siempre Supo como lo recibiría el Mar....un abrazo

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  3. La muerte es el fin de nuestro ciclo de vida, como nos llegara, lo desconozco,aunque muchos la pueden presentir o visualizar!! yo solo puedo decir que disfrutemos cada segundo de vida como si fuera el último, y tratemos de estar en nuestro lugar favorito, que seamos felices!!en mi caso mi lugar siempre será EL MAR. Los que tenemos o tuvimos la dicha de haber vivido en las costas del mar Caribe, digo mar Caribe porque fue donde me crié y viví mis mejores etapas de mi niñez y juventud, muchos vemos a ese mar como si fuera parte de nosotros! ese mar que cada vez que íbamos a La playa solo con verlo ya nos hacía feliz, sentia como nos abrazaba con sus olas, yo veo al mar como ese Abuelo que siempre nos conciente, que siempre nos alcahuetea todo, ese abuelo que siempre queremos estar con el. Yo al igual que tu quisiera pasar mis últimos años cerca de el, cerca de ese gran mar y darle la gracias por haber llenado mi vida de tanta felicidad...

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