Tu mi luz, el mar y tu cuerpo


 

Tu mi luz, el mar y tu cuerpo.


 Tan solo de tu alma dimana mi querer y en esa distinta estrella, siempre te leo, siempre te descubro.

 Taciturno, buscando respuestas en cada grano de arena, me pregunto una y otra vez:

¿Qué verdad y bellezas, florecerán de ti, a tu sensual paso, a nuestro encuentro?

 El día que desees, seré tu guardián y te defenderé hasta de ti misma llegada la ocasión.

 Quizás y por alguna extraña razón, se lo digo así, se lo hago sentir, lo expreso en un rugido, se lo susurro al oído, por instantes soy un buque de guerra, soy el incomparable Mar Caribe.

 Ella me ama, se entrega, así me lo hace saber con su aliento sobre el mío, cálido, fresco, lleno de acentos, de ocasos y amaneceres, con sus brazos abiertos hacia mí, brazos de algas, mareas y sal, ella me recibe fascinada.

 Jamás pienses mi luz, le digo amándola como nunca, jamás pienses que tu fin será también el fin de tu Belleza, solo será el comienzo, un nuevo y hermoso comienzo.

“En promedio, la salinidad del mar Caribe es de 35 a 36 partes por mil y la temperatura superficial es de 28 °C, mientras que en el fondo del mar el agua alcanza una temperatura de 4 °C”.

 Pero, al fundirnos una y mil veces en sus aguas, estos datos fieles cambian, la temperatura es otra, su punto salino es otro, juntos somos y sentimos que estamos a un nivel mucho más ardiente, se pierde, se gana, estamos en otros términos medimos de otra forma, de la misma forma en que se mide el fuego en su encuentro con otro fuego, el mar con la ola o la del cincel contra la roca.

 Sus aguas cristalinas, llenas de energía, cargadas de historia, heroísmo, sufrimiento, alegrías y desdichas, han sido para nosotros el mejor escenario para dar rienda suelta a nuestro sempiterno amor, a nuestra pasión.

 Sentir el roce de tu piel contra la mía, sumergidos entre tus aguas, sentir como nos rodeas en nuestra aventura y te haces uno solo con cada latir de estos fatigados corazones, son destellos de un mundo mejor, de una existencia mejor, plena, dónde la mar y sus olas nos enternecen hasta llegar a un término fugaz, absoluto, hasta llegar a disfrutar de confundirte a ti mi Mar con nuestras saladas lágrimas.

¿Cómo explicar tu risa, tus piernas fondeando las mías, haciendo de ti un paraíso un lugar tan cerca, tan nuestro?

 En esta ocasión mis labios no respetan absolutamente nada, ni a la tormenta, ni a una rosa, ni al toro ni al clavel, solo se dejan llevar por el vaivén de las aguas, por tu lengua que entrelazada a la mía en un acto único, soberbio, sin medidas, que muchos por comunes pueden llamar beso, pero nosotros lo nombramos ancla, pacto, juramento o necesidad, allí tú vives te multiplicas, te haces arte.

 Ese es el momento tan esperado donde la lujuria y el deseo se empoderan, tanto así como la espuma sobre la ola, como mis manos en tus pechos, el viento en las velas o mi ser dentro de tu ser.

 Por no decir más, la verdad se expone ante nosotros, la humedad nos rodea, nos abraza bajo el sol caribeño, nos revela que así será el paso por nuestros cuerpos, nos revela que siempre nuestros encuentros serán cálidos, cargados de ti mar, cargados de sal.

 Tenerte a ti mi luz, acostada en lechos de coral, ver tus cabellos que se pierden en la orilla, con tu cuerpo dibujando un caracol en la arena, es suficiente para hacer de este lugar algo fuera de comparación.

¡El mar Caribe y tú mi luz son mis más grandes verdades!

 Mi hábito de amarte sin descanso será nuestro refugio de lo cotidiano, el confundirnos, el hacernos uno solo con la brisa el mar y las olas, será el arcano dónde descansen las tantas veces en que mis manos recorren tu cuerpo.


Por: Luis Gonzalo Guerrero


Autor de: "Un adiós en el malecón"


Gerente de zona del Grupo Editorial Jurado Ecuador JuradoEditorialEcuador@gmail.com JuradoEditorialEcuador@gmail.com juradopublishing@yahoo.com


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