Nuestra forma de vivir.


 

Nuestra forma de vivir. 


 El mar definitivamente es el reflejo del alma, en él se ponen de manifiesto todo lo exuberante de la vida, es decir, mientras más se penetra en el sentido de la vida, más se manifiesta la complicidad en la existencia.

 El mar, siempre como vinculante en todo los aspectos de mi vida, es ese enorme canal conductor de mis amores, de mis deseos y mis encuentros, encuentros con lo divino y lo terrenal.

 Quizás llevado por todo lo que me hace sentir, pienso que hay una constante en la existencia que no es otra más que el dolor que es disipado de forma diligente solo a través del amor.

 El sentir que la vida tiene numerosos fines y que en ella debes cumplir absolutamente todos tus deseos es un acto que te ata mucho más al dolor que a la realidad, la vida es lo que es, no lo que esperamos que sea.

 Debemos tener un propósito, una vocación definida, pero cerrar las ventanas del alma y entregar el espíritu únicamente por deseos vanos que no colman nuestros sentidos y nos hagan sentir satisfechos por dentro, más que por fuera no tiene sentido.

 El zumo viene de adentro de la fruta, la lava viene de adentro del volcán, la sabia viene de adentro del árbol, en definitiva la sangre es bombeada desde adentro del corazón.

 El universo está en contante expansión, nace de un punto y se aleja de él, es decir, va de adentro hacia afuera, entonces por qué nos preocupa tanto lo superficial, lo de moda, los atuendos, las alhajas, si nuestro verdadero tesoro, lo que nos adorna va por dentro.

 El brillo impactante de una cadena de oro en el cuello de un cantante de moda no es más deslumbrante, ni hermoso que la majestuosa danza de amor de los gatos salvajes del coliseo, ni que el amanecer desde Punta brisas en Caraballeda, acto celestial plasmado en ese magnífico cuadro de Armando Reverón, ni siquiera se acerca a la majestuosidad de la serenidad del Nilo.

 El cerrar los ojos por algunos minutos y tratar de analizar cada uno de los pensamientos que te llegan desde tu mente nos puede dar una idea clara de lo que somos por dentro, nuestra psiquis está infectada de malas noticias, de preocupaciones, de temores, de celos, de envidia, emitimos juicios de valor u opiniones muy personales por todo lo que nos rodea, tratamos de imponer conceptos preestablecidos por personas que ni conocimos, pero que de alguna forma nos dejamos influir por ellos.

 Que diferente fuese todo si al cerrar nuestros ojos lo único que emanara de nuestros pensamientos fuese una imagen de un cuadro de Paul Gauguin, de esos que hizo al apreciar cada segundo de luz en la isla de Martinica, o que sutilmente llegara hasta nosotros el aroma que desprende el cocotero mecido por la brisa, o ese olor a molusco en la cercanía de un muelle.

 Entonces hay que sentir, dejar de envenenarnos el cuerpo y alma, darle paso a las bellas artes en nuestro entorno, dejar el materialismo y lo mundano a un lado y dejar que el estrecho margen que hay entre ola y ola sea nuestro refugio donde descanse nuestra forma de vivir.


Por: Luis Gonzalo Guerrero.


Autor de: Un adiós en el malecón.


Jurado Grupo Editorial.




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