Mientras más me aferro, más se escapa entre ellas.
Mientras más me aferro, más se escapa entre ellas.
La felicidad es un tema apasionante muy de moda en el siglo XX y en el actual, se ha puesto de nuevo en boga precisamente por una sencilla razón, es un sentimiento o una sensación o un estado necesario.
Las personas en este planeta que han alcanzado el mayor umbral de felicidad posible, han sido los que más se han esforzado en hacerlo. De hecho le dedican su vida a ello, tal decisión nos enseña que la felicidad, es un estado o sentimiento que no puede ser constante, rutinario, ni perenne, nadie puede de forma normal estar feliz todo el tiempo.
Esto de estar feliz a toda costa, es algo que nos invade mucho a los que destrozamos la poesía, por ende, en ocasiones sonamos como almíbar en los oídos de desprevenidos oyentes. Caso que no es tan frecuente al momento de ser leídos, ya que la palabra escrita se digiere mejor y va más atada a la capacidad intelectual del lector.
En la antigüedad la felicidad, no era un requisito necesario para el buen vivir o por lo menos no era una búsqueda constante, la felicidad eran pequeños instantes cotidianos irrelevantes para la mayoría, pero eran detalles que marcaban el día a día de quienes lo vivían.
Por lo menos, el nacimiento de un caballo, era un acto de mayor felicidad que el nacimiento de un hijo, en los hogares de muy bajos recursos.
Concuerdo perfectamente con lo que quieren expresar diversos autores con obras de extrema sinceridad, obras como:
“La auténtica felicidad” de Martin E. P. Seligman.
“Los hábitos de un cerebro feliz” de Loretta Graziano.
Y sí, debemos darle la importancia y la dimensión precisa a la felicidad. Esto se torna interesante, muy interesante, en la medida que podemos descifrar el arcano que esconde el necesario equilibrio.
No es preciso poner la felicidad, como una meta, pues, la felicidad que nace de un momento espontáneo, de un momento sorpresa, como aquel que nace al observar el abrir de una rosa al mundo, ese instante que acompañado con el detalle del rocío mañanero en cada uno de sus pétalos, sin duda nos genera una felicidad intensa, breve y fugaz, que se disipa en el tiempo cuando le das la espalda, para no verla más.
La felicidad para mí es navegar, es decir, la felicidad es ese horizonte de mar vasto y gentil, que noto distante, pero que de igual forma emprendo mi travesía hacia él, lo hago valiente y dispuesto, aunque consciente de que es perfecto, pero también sé que se hace imposible de alcanzar. Por eso la felicidad para mí, es la travesía, el constante navegar.
Entender la felicidad en la vida, es entender la amalgama de circunstancias, de dificultades, de amarguras, desengaños y desamor que existe en ella, inclusive es comprender que la vida y sus artistas, somos parte del contrapeso que hace necesaria la felicidad.
Entonces un hombre feliz del todo, todo el tiempo, no produce, no es creativo, no se enamora.
El estado pleno de felicidad es muy deseado por todos, pero no puede ser constante, ni puede ser concebido en lo externo, ciertamente es como la arena entre mis manos, mientras más me aferro, más se escapa entre ellas.
Por: Luis Gonzalo Guerrero.
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