Mónica, el Caimán y el Jaguar generoso.



Mónica, el Caimán y el Jaguar generoso.


La conformidad calculada no es la vida, de hecho ni se acerca a ella, la vida si únicamente se ve desde el corazón del hombre que está lleno de deseos, temores, inseguridades o bajo el duro y miope lente de la mente, está cargada de sufrimientos y desilusión.


Cuando el ojo no está bloqueado el resultado es la visión, cuando la mente no está bloqueada el resultado es la claridad, cuando el corazón no está bloqueado el resultado es el amor.


Nuestro cuerpo físico es siempre una limitación y como tal tiene su espacio establecido, ocupa un lugar específico y las leyes que lo rigen son universales, ya con esto claro, porque razón se nos hace tan frecuente seguir inventando límites.


Tenemos una capacidad ilimitada de pensamientos en torno a este propósito, de un promedio de sesenta mil pensamientos que generamos al día más de un noventa por ciento son negativos o tienen una tendencia a ser irritantes o dañinos, es decir, están allí para limitarnos aún más.


Si el ser humano tomara en cuenta lo que significa ser humano no perdería el tiempo y se maravillara de la dimensión del rol que cumple en este planeta.


El estar en un estado de claridad se nos hace algo muy alejado y es por el hecho de que no vivimos de forma consciente, manejamos un uno a un dos por ciento de nuestros procesos físicos, del resto vivimos bajo piloto automático.


No me malinterpreten, no sé trata de ser un superhumano y estar en un estado de luz perenne o en un estado de total control, es simplemente entender que ser humano ya es súper de por sí.


Los rayos del sol acarician el follaje y la dulce brisa mece cada pétalo de la orquídea, de una flor de cayena se desliza una gota de rocío única, solitaria.


Rompiendo la maleza, un río, como una serpiente que se mueve de recodo en recodo, va el torrente de agua llevando vida a su paso.


Y allí estaba ella, un ser abrumado por sus pensamientos, está allí en ese sitio paradisíaco en busca de saciar su sed, una sed que no la consuela el agua, ella estaba en búsqueda de calmar su sed espiritual.


Mónica era su nombre y escribo era, porque después de lo vivido su nombre cambió a uno que como todo en ella se volvió innombrable.


Se sentó con sus piernas entrecruzadas en una enorme roca dispuesta a meditar hasta encontrar la iluminación, justo a las orillas del río.


Cuando empezaba a concentrarse en su respiración y todo en ella se hacía calma, siente un ruido que se sale de lo habitual de ese sitio tan idílico, abre sus ojos y nota que al otro lado del río en una piedra igual de grande que en la que ella está, se encuentra un Caimán negro muy grande, pero con la particularidad que no tiene las dos patas delanteras, Mónica se fija en ese detalle, pero también se fija que el caimán se ve muy fuerte y sano.


Todos sabemos que la naturaleza no perdona este tipo de situaciones, cuando un animal está desvalido normalmente muere, porque la compasión es un rasgo humano que en los animales no tiene cabida.


Sigue con sus ejercicios de meditación y de nuevo un ruido rompe su mantra, pero está vez es un Jaguar fuerte, sano, con una gran presa en la boca, seguramente un buen trozo de Venado, ella lo observa y nota que se dirige al Caimán y con suavidad deja la presa a su lado y este se alimenta.


Asombrada Mónica piensa esto es una señal, esto es un acto divino, si este caimán no necesita moverse y es alimentado, haré lo mismo, me quedaré en esta roca y los alimentos vendrán a mí y así lo hizo.


A los cinco días de no comer su cuerpo débil, ya casi sin vida, estaba a pocos minutos de la muerte, cuando por giros del azar es encontrada por unos sabios místicos de misión por esas tierras y le preguntan por qué está en ese estado que sucedió y ella relata su experiencia, les dice que no entiende, si ella recibió ese mensaje celestial porque Dios la abandono.


Entonces uno de los sabios le dijo, en realidad si fue un mensaje divino, en eso estás en lo cierto, pero tu mente malinterpreto el mensaje, tu error fue que decidiste imitar al Caimán lisiado y no al Jaguar generoso.


Y así debe ser queridos lectores, los límites están, no hay necesidad de aumentarlos ni inventarlos, interpretemos cada mensaje divino en su mejor dimensión y hagamos de nuestros pensamientos una fuente inagotable de amor, satisfacción, generosidad y felicidad.


Por Luis Gonzalo Guerrero. 


Autor de “Un adiós en el malecón” y entre otras cosas, un amante de los paseos en bicicleta. 


Jurado Grupo Editorial. 


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