Ahmad

Ahmad

Me levanto de madrugada, a tratar de organizar mis pensamientos, algunas ideas y hacer un poco de ejercicio. Me dirijo al balcón de mí departamento y pido con humildad la mayor cantidad de oxígeno a la Creación; inhalo una gran cantidad de aire y la mantengo en mis pulmones, el mayor tiempo posible. Mientras contengo la respiración, reflexiono, pienso en el planeta, en mi Venezuela, en el Líbano, pienso en Beirut. Mi mente está clara, funciona a plenitud; el aire llena por completo mis pulmones. Los mantengo llenos, aferrándome a la idea que en el aire está todo lo que necesito.

Veo mi reloj, observo que han pasado solo 25 segundos, cierro los ojos, me concentro y pienso:

Ahmad, es un típico habitante de Beirut, cuenta con 32 años de edad, trabajador portuario incansable con dos hijos, Elías de 10 años y Bahira de 11 meses. El 4 de agosto del 2020, después de levantarse muy temprano se despide de su familia, se despide rápido sin ninguna frase en especial, solo un simple adiós. Impetuoso sale sin hacer desayuno, apurado, envuelto en la vorágine de las responsabilidades del día a día. Decide encontrarse con unos amigos que tienen la costumbre de ir a la misma panadería a diario. Los encuentra a todos muy a gusto, hablando frivolidades, de cosas sin sentido, peleas políticas etc. El ambiente por alguna razón no era el mismo, Ahmad siente la extraña necesidad de volver a casa, observa los rostros de sus amigos hablando entre ellos, ve detalladamente sus labios y no comprende lo que sucede; pero está ahí, ese deseo de volver y ver a sus hijos y a su esposa. Llegado el momento, todos al mismo tiempo sus amigos y él, deciden que es hora de continuar y dirigirse cada quien a su trabajo. Ahmad se despide convencido de seguir su camino; pero antes de salir, posa sus ojos en la vitrina y lo ve, simplemente lo ve, el bocadillo preferido de su esposa "El Manakish" es el bocadillo más popular de Beirut; esta señal lo hizo decidirse.Miró mi reloj de nuevo, me indica que tengo 55 segundos conteniendo la respiración. Mi cuerpo por completo me pide respirar; pero estoy determinado y sigo:

Ahmad no sé aguanta y sale con rumbo hacia su hogar, dispuesto a ver a su familia, su corazón le dice que es lo correcto, sigue sus instintos acelera el paso y al cruzar la esquina más cercana a su casa, se tropieza de frente con su mujer e hijos, todos se llenan de sorpresa, hablan, ríen y la esposa dice:

《 Gracias a Dios estás aquí, yo me dirigía a buscarte, algo en mí, me pedía que estuviéramos juntos 》

Y lo abraza, su hija pequeña repite el gesto de la madre, abraza fuertemente la pierna de Ahmad, fuerte muy fuerte.

1 minuto con 30 segundos marca el reloj en mi muñeca. El relato seguía fresco en mi mente, quería seguir; pero no pude contener la respiración por más tiempo, el reflejo de torso se apoderó de mí. No entendía por que sentía una presión fuerte en mi pierna y en mi pecho; respiré al fin, como si jamás hubiese respirado antes, el oxígeno llegó a cada rincón de mí cuerpo, abrí mi mano que estaba muy ajustada en puño a mi pecho, dirigí mi mirada instintivamente buscando que causaba la presión en mi pierna; era mi hija pequeña Luisiana, abrazando mí pierna fuertemente, muy fuerte, igual que Bahira ha Ahmad.

Todo mi relato no es más que una expresión de un sentimiento truncado por la impotencia de saber de la desgracia, causada a tantas familias. El único consuelo que me queda es el alivio de haber ayudado por lo menos en mi mente, con mi relato a una de esas familias, ha la de Ahmad.