Extensos y solitarios



Extensos y solitarios.



 Polvorientos y solitarios son los caminos, a veces curvos en ocasiones, pero en mi caso siempre ligados al mar.

 Para mí, no son parte de la vida, son la vida misma. Cada obstáculo, cada pendiente, rasgan mi alma y hacen que corone en cada cima.

 Recorremos varios caminos o uno solo a tiempo completo, son un arte en sí mismos.

 Hermoso, es saber que aunque te sientas listo, son imprevisibles, pues avanzas, los recorres, los disfrutas, pero no sabemos jamás con seguridad que nos depara en ellos, la preciosa Diosa fortuna.

 Quizás esquivos, en definitiva, a veces infieles, pero siempre presentes, así como las venas son caminos hechos carne y sangre, así sin cesar mis pasos solo buscan el encuentro de la razón.

 Por ese argumento, siempre están presentes en mí, tu risa, tu compañía, nuestros extensos caminos recorridos, mil deseos satisfechos y nuestra particular manera de ver la realidad.

 El esfuerzo era supremo, mi respiración podría escucharse a veinte mil leguas de distancia.

 Claro está, de haber habido alguien, por lo menos a esa distancia, pero ese no era el caso, me encontraba solo, pero no en una soledad habitual, no me encontraba con ese tipo de soledad que nos separa a solo a metros de un igual, tampoco era de ese tipo de soledad que dan las paredes de una habitación, o la que obtenemos al cerrar la puerta de nuestro despacho.

 No, definitivamente no, me refiero a la soledad absoluta, esa que se siente en los huesos, dónde solo hablas contigo mismo y con Dios.

 Realmente no podía ni un poco más, me esforzaba hasta mi punto de quiebre, una brazada tras otra de forma automática, extenuado, mi cuerpo y mi mente ya consumidos, agotados de estar a la deriva durante cuatro días con sus noches enteras buscando orilla, aunque orgullosamente, era incansable en mi empeño, cosa que me parecía extraña, pues llevaba días nadando y aun así, seguía y seguía.

 Sentía un cansancio perturbador, pero no me detenía, me sentía uno solo con el creador y sostenía el nado incesante.

 En las últimas horas, según mi desesperado cálculo, notaba algo sorprendente, el agua a mi alrededor se va aclarando, ya no tiene ese color azul índigo profundo, noto que la temperatura no es tan fría y desalmada como brazadas atrás, por alguna razón, se torna más cálida y transparente, entonces, con curiosidad saco mi cabeza del agua y confirmo ya con el alba a mis espaldas, unas formas a lo lejos que sin vacilar me parecen tierra firme.

 Sin duda lo era, era tierra firme, al fin, como pude, me hice paso a través de un manto de coral, los cuales rasgaron lo que me quedaba de ropa y laceraron mi cuerpo haciendo cortes profundos en mi piel, los cuales, no sentía o no deseaba sentir.

 Arrastrándome, desnudo, tal cual como cuando nací, sin fuerza, coloqué mis manos por fin en la arena, sin creerlo, dando gracias al cielo caí desplomado, sin remedio.

 Así, de un momento a otro, entre en un sueño profundo, muy profundo.

 Como un acto divino, me sentía muy a gusto, mis visiones eran todas fantásticas, mi sueño me paseaba por toda mi vida y la veía como a través de un enorme parabrisas.

 Del lado derecho de mi rostro pasaban como rayos fugases todas mis buenas acciones, mi caridad, mi empatía, mi honradez, mi comportamiento como Padre amoroso y así, en un camino ancho y frondoso, diverso, adornado de lirios, reposé.

 Pero el giro no se hizo esperar y desde el lado izquierdo de mi rostro comenzaron a llover imágenes borrosas, de celos, de envidia, de excesos, trampas y codicia, se dejaba ver un camino pedregoso, infame, el cual me hizo despertar de forma rápida, aunque serena, amable y entendida.

 Luego, incorporándome en la arena, de frente al mar y ante el más definido horizonte, con estupefacción noté que no han parado de llegar hombres y mujeres a nado a la orilla de aquella lejana isla.

 Observé, que a lo lejos se ven todavía cientos de almas nadando hasta ese punto y comprendí, solo así comprendí que todos los caminos llegan a un mismo punto, que todos, sin excepción, debemos cruzar a nado hasta aquella lejana isla y tener este mismo sueño, porque al final de la vida, no somos más que nuestros extensos caminos recorridos, mil deseos satisfechos y nuestra particular manera de ver la realidad.

Por: Luis Gonzalo Guerrero.

Jurado Grupo Editorial.

Comentarios

  1. Excelente primo te felicito de verdad saludos

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  2. Sobrino te cuento, que el camino q otros recorren puede ser por montañas, pasando frío, peligros y hambre.. En ese camino de montaña me anotó yo, yo por que!!!, porq soy una fiel admiradora de la creación de Jehova Dios.. Del mar, pero por ser admiradora lo respeto.. El mar es tan impredecible, a veces calmado, a veces ofuscado, como la vida misma.. Pero en el mar, nadas y nadas y solo esperas tener al frente tierra firme.. Así es la vida.. A veces pasas por tantos nados que te cansas pero de pensar q seguro verás tierra firme vuelves a tus impulso de nadar... Yo me quedo en tierra firme.. Esa que te hace poner los pie en ella, esa q te dice donde se puede ver mas de cerca el peligro, esa q te da todo para que te aperteches, o esa q te lo quita todo de una solo astazo.. Una vez mas admiro a esos seres que son de agua, que se comunican con esa mezcla de tranquilidad y oleajes fuertes,los admiro por q no todos somos capaces de ver al mar como algo q en algún momento podemos dominar,y q si mantenenos la calma, sus olas nos llevarán a la tan deseada isla o en otras palabras tierraaaa... Sigue escribiendo sobrino q te seguiré leyendo y abrigando..

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