¿Nada de crítica?



¿Nada de crítica?

 Aprendí en esta vida hermosa a amar, de una forma mágica de la literatura aprendí como existir, de que otra manera puede ser, si en una vida simple como la mía se rozan las dos la vida y la literatura.

 De igual manera aprendí que el hecho de estar vivo no significa nada en sí mismo, si en una vida compleja como la que otros viven a diario, se busca amar de igual forma a través de cada bocanada de oxígeno, de cada beso, de una caricia y yo, me sumo a todo ello.

 Lo confieso soy un buscador obsesionado de letras, un hacedor de fugaces besos.
Las letras me mueven el alma, me llevan, me traen, para mí, es muy fácil caer en su embrujo.

¿Y Como no caer?

 Sí, es imposible para mí, no caer ante el embrujo de la prosa de Borges, en la belleza como describe sus momentos o los de otros, como no admirar la suspicacia de Cortázar y lo inexorable de sus detalles, se me hace imposible, no entender que de esta forma y no de otra, se acompañan los sentidos entrelazados a un compás maravilloso.

 Por lo regular lo siento como ese instante único que acontece cuando la lluvia lava el alma en noble gesto, tomando así el intelecto el control por completo.

 Debemos entender entonces que de esta forma, una tras otra se arman como soldados las letras y las palabras emanan como leche fresca del seno de una madre, más aún, aparecen como esbeltos rayos todas aquellas frases, líneas y párrafos.

 Así me siento, así me desviste la existencia, así me descodifica el que me lee.

 Cansado de ser quien no era, cansado tal vez de ver una y otra vez, su existencia arrojada a la cañada por críticos de oficio, de poca monta, ya que llamar profesional a alguien que critica, lo que no tiene la valentía de hacer, es doblemente cruel y aficionado.

 Así transcurrían los días enteros de Manuel Campuzano, entre el martirio de saber que entre sus sienes existía un alarido y su debilidad por su pasión, pues, lo que sentía era desenfrenado tanto así como un grito y su necesidad imperiosa de plasmar este grito en letras, de escribirlo, era una pasión loca sin sentido, como por lo regular todas las pasiones suelen serlo.

 Su única obsesión era escribir y lo hacía profusamente sin detener el paso, un día sin escribir 10.000 palabras como mínimo no era un buen día para Manuel, pasaba sus días en un profundo análisis de sus ideas tratando sin éxito de ponerlas en orden, cosa que era imposible para él y de cierta forma para cualquiera.

 Pues sí, existimos en un mundo demarcado, amurallado, lleno de fronteras, lleno de órdenes, totalmente disfrazado.

¿Quién? Es la pregunta.

¿Quién? En su sano juicio, desea organizar lo más puro, íntimo y sincero que nos queda, como lo son nuestras propias ideas.

 En realidad no era malo en sus formas literarias Manuel Campuzano, tenía algo de gracia en su manera de moverse línea a línea, párrafo a párrafo, su narrativa aunque un poco desgastada estaba viva, pero en él, había algo que lo coaccionaba en lo más profundo de su ser.

 Eso que lo anulaba, era el temor a la crítica, era algo que lo paralizaba que le congelaba el cuerpo, una y otra vez intentaba, escribía y sin remedio después de horas de esfuerzo, no se sentía satisfecho y comenzaba de nuevo, era prácticamente una tortura ver salir el sol y luego ocultarse y nunca darle término a su obra, ni descanso a su cuerpo.

 No le daba descanso a su mente a su alma, eso lo desgastaba, le hacía daño, quizás el hecho de crear sea así una completa tortura, llegó a pensar de forma desesperada Manuel.

 Hasta que un día por suerte para él, vio una bandada de aves en un parque alimentándose de la mano de un hombre muy anciano y sabio, este hombre, colocaba un puñado de maíz en la palma de su mano, extendía su brazo al sol y de forma súbita, una paloma tras otra, en vuelo franco y hermoso se acercaban a su mano, retirando de esta grano a grano de maíz sin hacerle daño, solo tomando lo que necesitaban sin más comunicación, sin más interacción.

 Y así Manuel, comprendió que la función de un escritor en parte, es esa, extenderse al sol, ofrecer algo de sí mismo y que cada lector tome lo que necesite sin más comunicación, sin mayor interacción, nada se tiene que hacer con lo que no se domina, la crítica está a merced de nuestra noble función y no al contrario. 

 Cómo lo expresó sin reparos el célebre novelista francés, Víctor Hugo:

¿Nada de crítica? No. El genio es una entidad como la naturaleza, y quiere, como esta, ser aceptado pura y simplemente.
Una montaña se toma o se deja.
¡Hay gente que hace la crítica del Himalaya piedra por piedra! Todo en el genio tiene su razón de ser.
Es porque es.
Su nombre es el reverso de su luz.
Su fuego es una consecuencia de su llama.
Su precipicio es la condición de su altura.

Por: Luis Gonzalo Guerrero.

Jurado Grupo Editorial.

Comentarios

  1. Siempre como lectora, antes de criticar me pongo en la situación de el escritor y creo q es sumamente difícil. Es inspiración, de hechos, de cuentos, de historias vividas o contadas por alguien q no tiene ese apices de cordura y locura para plasmar lo q se siente.. El escritor es eso para mí, un mago q te lleva a vivir lo q tu no sabes, si es realidad, si es ficción o si es imaginación.. Que mejor manera de conocer a un escritor que leerlo.. Deepa chopra, coelo, Isabel Allendes, janeth walson, Rutt nieves y pudiera pasar el día dando a conocer los libros q he leído. Ahora leyendo tu blogs sobrino, no importa las críticas, a veces la gente se identifica con los escritos q su mejor manera de no hacer notoria su historia, que se hace a través de la crítica.. Yo seguiré leyéndote cada vez q tengas inspiración y lo escribas y lo mejor que lo publiques... Un abrazo sobrino

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  2. Gracias 😁 excelente lo aprecio mucho

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