Ella y Ellos


Ella y Ellos


“Tú eres la rueda, yo soy el camino

Pasas encima de mí, dando vueltas

Tú rodarás, por que ese es tu destino

Sin encontrar, nadie que te detenga”. 

Así reza la letra de una de mis canciones favoritas del género "Salsa”.

Estas líneas me hacen ir a mis recuerdos, me llevan a momentos a circunstancias, comunes para muchos, emocionantes, aunque dolorosas en parte. Y les pregunto:

¿Quién no ha tenido un amor no correspondido? ¿o un amor lastimosamente compartido?

La música buena, del género que sea tiene esa particularidad, te invita a evocar esos puntos en tu memoria que son susceptibles, dignos de ser acompañados de unos tragos de la mejor poesía líquida, son un festín a la nostalgia, a los besos truncados a esos amores de feriados, de carnaval o Semana Santa, esos que se desarrollaban en esas últimas horas de unas largas vacaciones, que tomaban ese matiz intenso color granate minutos antes de que los padres de tu poética musa, le dijeran a viva voz: 

“Mi Niña ya nos vamos por favor despídete, que partimos pronto”. 

Frase está última funesta para este tipo de ocasiones sentimentales, pues posiblemente ese era el final de toda la historia. ¿O realmente podría ser el principio?

Si en el cielo hay un pintor gigante, perfecto todo poderoso, encargado de darle color, brillo y perfección a todo a lo que está sobre la Tierra, ese pintor sin duda alguna, deja descansar su paleta de colores mágicos, todos los días sin falta en Juangriego, Nueva Esparta, Venezuela. La deja reposar en este lugar maravilloso todos los días exactamente al momento del ocaso, no hay una explicación mejor para mí o por lo menos es la más cercana a mi distinta manera de ver las cosas. Así comienzan las vacaciones para un grupo de estudiantes provenientes de la ciudad de Caracas, ellos ya habían terminado su bachillerato y la promoción organizó un viaje de fin de curso, para que el término de sus estudios en común, fuera algo de no olvidar; Aunque la he buscado se los aseguro, no hay otra manera de narrarlo, así comienza todo justo en frente a ese maravilloso ocaso de Juangriego, espectacular, todos los alumnos ya desembarcados de sus buses impactados ante tal evento celestial, observaban sin pestañear de la manera más sublime todo ese hermoso conjunto de colores que de inmediato te pone en otro plano emocional. En la multitud de alumnos que a simple vista lucían todos iguales, se encontraban dos almas distintas, conectadas entre sí, aunque lo desconocían estás almas estaban destinadas a la más grande aventura, estaban sin remedio destinados a la aventura del amor; su proximidad fue casi inmediata, se dio en el momento en que sus miradas buscaron otras cosas que ver, el ocaso hermoso ya no les fue suficiente, no, ellos buscaban algo distinto en esa isla del caribe y el destino astuto en sus formas, estaba dispuesto a complacerlos. Quizás por casualidad sus miradas se encontraron, sin medir distancias ni formalismos él se lanza hasta ella, la aborda se presenta y como puede se convierte en el centro de su atención, ella corresponde en todo, ve en él todo lo que necesita, ve en él, el ansiado norte de sus anhelos; pero en la vida hay más de una realidad, férreas realidades paralelas a las nuestras que son reales y ciertas para otros. 

Ella no fue sola a ese viaje, ya tenía un amor en su equipaje, tenía una ilusión desde hace meses atrás, asunto que el desconocía pero fue un hecho tajante para los tres. Luego de unos días y de cierta tensión en la dinámica de este peculiar triángulo amoroso, se dieron cuenta de que no era necesario el sufrir, ni malgastar el tiempo en arrebatos sin sentido, pues el tiempo como ya sabemos es finito, decidieron reír, ellos se entendieron como caballeros giraron cuál satélites en torno a ella, llenándola de atenciones y de deseos satisfechos, recorrieron todos los rincones de esa paradisíaca isla al igual que los rincones mejores guardados de ella. 

Como diría Julio Cortázar: "Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos".



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