Un adiós en el malecón
Un adiós en el malecón
El andar sosegado del beso que camina en la penumbra, lleva el mismo ritmo enamorado de nuestros besos a la orilla del malecón; de esos mismos besos que te rogué alguna vez y que hoy junto a tu recuerdo se hacen sal y frío. Me pregunto en qué lugar se encuentran tantas caricias, a donde fue la respiración entrecortada, el sentir en cada espacio de piel. Quizás no se van jamás, nunca se han ido. Yo mientras tanto sigo perdido en aquel malecón, en alma, en mente, como no ha de ser así si nunca me fui, solo en ocasiones alce el vuelo, solo por temporadas me ausenté, temporadas medidas en ciclos solares, en lustros posiblemente, me casé durante esos ciclos de ausencia, tuve hijos, navegué miles de millas, viví lo que pensé era una vida.
¿Cuál vida?
Mi vida que está allí, frente a ese Mar sentado junto a ti, en ese pequeño malecón sordo y confidente. Cuando el Mar me observa y yo lo contemplo, mi deseo se agranda con el ir y venir de sus aguas, con la bruma que levanta con suave gracia la ola hasta coronarla en su cúspide, ahora esa bruma con los años luce más imponente y lejana, sigue siendo en nosotros espejo donde se revela el amor en contra de la realidad.
¿Cuál realidad?
Sin vacilar ella toca su rostro lo invita a ponerse de pie, lo invita a caminar, lo invita a disfrutar del maravilloso paisaje. Se encontraban ellos en el malecón de Puerto Cabello, pueblo noble suspendido en el tiempo por el amor, por los recuerdos. Marcos siente en su pecho un pesar, algo que no lo deja estar a gusto y ella lo nota, Ashly tenía esos dotes desde niña la empatía fue algo que desarrolló de manera espontánea; de ahí su decisión de ser enfermera. Marcos después de ponerse de pie y contemplar todo lo hermoso y basto del Mar Caribe, la toma de los hombros y le confiesa su verdad, eso que lleva en la garganta y que no lo deja vivir por lo menos no como él quisiera, le dice: Hoy llegaron órdenes desde Caracas, zarpamos a las 0600 con rumbo al viejo continente, para un mantenimiento general de nuestra unidad. Marcos era marinero en servicio activo de una fragata misilística. Como era de esperarse todo se tornó triste, todo fue llanto entre ambos, se unieron en un abrazo profundo, tanto así que por un momento la gaviota paro su vuelo y las personas en tránsito detuvieron su marcha; se congeló el tiempo. Sabiendo de la distancia que los separaría definitivamente decidieron que la misma en ese momento no existiría más y así toda distancia entre ellos desapareció, se hicieron uno solo, se unieron en el beso más extenso y húmedo dónde el amor, como las lágrimas se desbordaban como las mareas en luna llena. En ese instante, el tiempo, su vida, todo se hizo totalmente transparente para Ashly, aunque lo amaba ella decidió que su vida no se detendría en ese lugar, pensó:
“Te adoro, te esperaré, pero mi vida continúa”.
Marcos en cambio, no fue capaz de comprender para su desgracia, cuándo se fue quiso creer que comprendía, como comprende el niño que piensa que la luna es de queso, él juró que estaría bien, pero su vida nunca fue la misma, como con grilletes su alma y espíritu quedaron fondeados en ese pequeño malecón.
No adaptarnos a los cambios hace que nuestro avance se vea truncado, si asumimos la vida como Ashly que ama intensamente pero no sé detiene, podemos estar abiertos a nuevos regalos a lo largo de la vida, recordemos lo que nos dice la artista y arquitecto Maya Lin:
“Volar no fuese posible si no usaramos la resistencia al viento para elevarnos”.
Soy como ashly ,te espero pero la vida continua !! Si vuelves el amor se triplica ,pero si no vuelves el amor se mantendra en recuerdo ,prefiero ser una mujer intuitiva como la mujer del malecon y no como la enamorada de San blas ..o penelope ¡¡me gusta mas la realidad de padecer el dolor en el momento y no quedarme atrapada en el recuerdo hasta perder la razon..
ResponderBorrarHermoso comentario y muy poético !!
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