El día que le gané la batalla al diablo



 El día que le gané la batalla al diablo. 


 Maravilloso es este mes de diciembre, fecha donde celebramos el nacimiento del niño Dios y el último día del calendario gregoriano que es un calendario originario de Europa, actualmente utilizado de manera oficial en casi todo el mundo denominado así por ser su promotor el Papa Gregorio XIII.  

 A partir de 1582, sustituyó gradualmente en distintos países al calendario juliano empleado desde que Julio César lo instaurara en el año 46 a.C, aunque entre otras cosas también este mes se distingue por su evento del día 21 por el solsticio, dónde se celebran fiestas paganas y reuniones de otro orden de carácter críptico. 

 Los solsticios son los momentos del año en los que el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo, y la duración del día o de la noche son las máximas del año respectivamente, también y no hay por qué negarlo es un mes donde nos llenamos de la más pura energía, hacemos el amor como conejos y bebemos licor como cosacos, es un mes que da la entrada y salida a muchas cosas buenas o malas. En fin es un mes mágico donde todo es posible. 

 Mi memoria siempre tiene presente este día en particular era el 21 de diciembre de 1986. 

 Todo transcurría normal, me encontraba vacacionando con mis padres en el pueblo mágico de Borburata, población llena de mitos y verdades ya antes descrita por mí. 

 Esta población se distingue por ser en su mayoría descendientes de la más pura raza negra cosa que conlleva a que tengan presente en todo momento y más en diciembre todas esas tradiciones y rituales de tipo pagano mágico que son portales a otros mundos y dimensiones no conocidas por los comunes. 

 Como es típico en mí lo primero que viene a mi mente desde muy pequeño es asociar la diversión, lo entretenido, la vida, el amor con el agua sea de mar o de río. 

 Poco después de llegar a nuestra villa familiar y desempacar me dispuse a salir, a ser libre, libre de la contaminación de la ciudad y la mirada incisiva de mis padres agarré mi carrete de pesca que fue un regalo muy especial, una canasta llena en ese momento de nada, nada más que esperanzas, pues todos sabemos que el pescar es un acto de fe. 

 Suspiré muy profundo y dirigí mi alma al río sabía por conversaciones entabladas con los más viejos del pueblo que el río en estas fechas era muy generoso se podía encontrar camarones y peces de buen tamaño, pero ellos fueron enfáticos en decirme que jamás fuera solo a su bifurcación que esa zona en particular era muy peligrosa y era utilizada por los brujos del pueblo para sus rituales místicos y de magia negra. 

 De manera alegre empiezo mi viaje a este maravilloso paraje teniendo presente los concejos de mis Padres y de los sabios del pueblo, sin embargo, está en mi naturaleza el descubrir, el reto y como es mi costumbre no le pare bolas a nada me dirigí completo a la bifurcación. 

 El día estaba hermoso, el ocaso empezaba su fiesta en el cielo y ya mis pies descalzos empezaban a sentir la arena muy fina de la rivera del río. 

 La ambición de tener una buena presa me hacía avanzar cada vez más y más, la noche se hizo presente y mi canasta vacía aún era algo que no me dejaba desistir. 

 La noche en ese lugar trajo algo diferente, la atmósfera tuvo un giro de 180 grados lo que antes era idílico caluroso y acogedor sé tornó sombrío, frío y sin sentido me senté y caí en cuenta de mi error, observe a mi alrededor y todo estaba totalmente negro solo distinguía lo que estaba a metros de mí, aunque no tengo el pesar de otros de sufrir de miedo si sentí un profundo escalofrío que anticipaba lo que pasaría, episodio que marcaría mi vida definitivamente. 

 De manera abrupta siento un tirón exageradamente fuerte en mi línea de pesca yo previamente había pescado en el mar y tenía la experiencia con peces de buen tamaño, pero estaba claro que en este río no habría ningún pez que pudiera tirar de esa forma, apreté el nailon entre mis manos y gotas de sangre salían de ellas cosa que para nada iba a hacer que me detuviera si ya estaba enganchado sea lo que sea sería mío, su cama sería mi cesta y su destino mi estómago. 

 La lucha fue épica no nada más por la fuerza impuesta, sino que en todo momento sin notarlo unos tambores se escuchaban mientras más tiraba con fuerza más duro sonaban los tambores. No era un toque tradicional de tambores festivos era más bien como un toque de batalla, de lucha, de guerra. 

 Al fin mi presa hizo orilla y vi maravillado su enorme tamaño, era un pez el cual no podía distinguir su especie, sin embargo, era muy gordo y de un color oscuro con ambas manos le cogí y alce por encima de mis hombros en gesto de victoria los tambores sonaron a un más, mi instinto primitivo me tenía embriagado no me dejaba ver el peligro de mi estadía a esas horas en ese lugar. 

 Como suele suceder algo rompió el momento de gloria un ruido en la maleza puso todo mis sentidos alerta, introduje el enorme pez él mi canasta y decidí no limpiarlo en el sitio como es costumbre. Me dije: 

 "Lo hago en casa, ya es muy tarde". 

 Recogí mis utensilios y me dispuse a marcharme los tambores no dejaban de sonar paso tras paso de regreso a casa, cada vez todo se tornaba más sombrío e inquietante cuando sin previo aviso noto una sombra recostada de un árbol en las orillas del río, me detengo impactado, está sombra me habla, me dice: 

 "Continúa, no tienes por qué temer". 

 Poco a poco se va descubriendo ante mi este ser puedo ver qué es un hombre alto en traje negro, impecable cosa extraordinaria, pues para cruzar la maleza a esa altura del río y no tener ni una gota de agua en sus ropas era casi imposible avanza hacía mi, pero no con pasos su marcha era continua no tocaba el piso levitaba, empuñe mi pequeña navaja de bolsillo Victorinox del ejército Suizo y esperé el hombre sé acercó y me preguntó: 

 ¿Qué llevas en la cesta?

 Y su aliento llegó hasta mí, aliento que puedo describir como infernal, como si hubiese masticado cientos de cerillos durante años, empuñe más fuerte aún mi navaja y conteste altivo: 

 "Nada de tu interés, solo quiero continuar mi camino en paz". 

 "En paz". 

 Repicó el hombre en traje el que busca paz no busca el peligro ni desobedece los concejos de sus Padres y de los sabios has sacado algo de este río que me pertenece que espero año tras año y es el tributo que me ofrecen en ritual desde hace siglos mis seguidores para calmar mi hambre eterna, de no obtenerlo empezaría a comer niños como lo hacía en tiempos de Herodes, estás rompiendo un pacto ancestral y poniendo tu vida en mis manos, pues por aquí no veo a otro niño que no seas tú. 

 Entendí que la situación era seria, pero mis padres me enseñaron que por ninguna razón debía sentirme presa del miedo ni de nadie no había nacido para ser ni molestado y mucho menos comido, mi pensamiento estaba en ver cómo salía de esa situación y le contesté calmadamente: 

 ¿Cómo sabes que lo que llevo en mi cesta te pertenece? Y él respondió: 

 Si lo miras detalladamente verás mi marca en su vientre. 

 Me agaché abrí la cesta y noté que en el vientre del animal había un marcado 666 hecho de escamas deformes mi reacción fue inmediata me levanté lo miré note que sus ojos estaban cerrados y le dije: 

 "Caballero, como dijo el noble maestro si lo que veo en ese vientre es su marca el pez es suyo, pues a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César". 

 Y él contestó: 

 Sabias palabras conocí al Maestro de Nazaret al cual haces referencia, lo conocí en persona y su salida para ese momento no servirá para ti, pues para saciar mi hambre está vez no solo bastará un pez ya te tengo y te comeré, abrió sus ojos y estaban llenos del más profundo fuego, seguido abrió su boca de una manera horrible desarticulando sus mandíbulas mostrando sus filas de dientes todos desordenados y filosos como el borde de una lata cortada por una sierra, se acercó más y más a mí su aliento cada vez más caliente y apestoso todo era insoportable, como pude me agaché cogí el pescado con ambas manos por la cola y lo introduje como un torpedo en su garganta, empuje lo más que pude y jale, empujaba y jalaba, las escamas del pescado lo atoraron en su garganta sus gritos de dolor y frustración se escucharon en todo el valle corrí como nunca antes, corrí tanto como uno puede correr por su vida, mi canasta la utilicé como escudo contra la maleza apartaba todo ante mí sentía sus pasos él trataba de alcanzarme, pero el pescado en su garganta le impedía realizar tal acción, de un momento a otro salí del río ya me encontraba en terreno conocido y de una esquina del camino sale mi Madre preocupada gritando mi nombre, corrí nuevamente y me refugié en sus brazos y le conté lo sucedido. 

 Su reacción inmediata fue sonreír y decirme que fue un sueño que seguramente me quedé dormido mientras pescaba que mi imaginación fértil me lleno la cabeza de cosas absurdas y sin sentido, callé, no obstante con la seguridad de que no fue un sueño con la seguridad de que ese día de solsticio del 21 de diciembre de 1986, fue el día que como Florentino, le gané la batalla al diablo.


Por Luis Gonzalo Guerrero.




Autor de: "Un adiós en el malecón". 




Miami Book Fair 2021.


Gerente de zona del Grupo Editorial Jurado Ecuador JuradoEditorialEcuador@gmail.com JuradoEditorialEcuador@gmail.com juradopublishing@yahoo.com

Comentarios

  1. Me encantó esa historia mi Guerrero! Espectacular como todo lo que escribes! Me es de mucho agrado leerte! Para mi eres y vas a ser uno de los escritores más exitosos y originales de éstos tiempos! Sigue así! Un abrazo gigante! Dios te bendiga grandemente siempre!

    ResponderBorrar
  2. Muy buena historia me encantó mientras más leía más quería saber,muy bueno el final ..gracias por compartir tan buenas historias Dios te bendiga y sigue así ..siempre que pueda te leeré gracias

    ResponderBorrar
  3. Espectacular te felicito y gracias por compartirlo

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Felicidad absoluta en tu día.

Las mareas y los vientos.

Hoy por tí celebro.