El encuentro con su mirada



El encuentro con su mirada. 


 Es tan íntimo, es algo que guarda el todo en la nada, a veces fugaces, pero siempre presentes, se siente en ocasiones como el pasar de páginas de un buen libro, no existen por sí solas, son sostenidas con intensión o sin ella, son la verdadera puerta de la comunicación; como yo lo veo es el preámbulo que nos avisa que un ser consciente nos advierte de su presencia, nos advierte de algún tipo de avance hacia nosotros. 


 Cuando sentimos que otra persona nos mira, sentimos que estamos frente a otra subjetividad, ante otra consciencia. 


 Estamos claros que al ser observados, no sentimos lo mismo que podemos sentir ante un objeto inanimado, sin vida, de modo que entran en juego otras tareas, otros instintos, pues debemos analizar en muy poco tiempo si es de nuestra conveniencia, si es algo competitivo, si es algo que pone nuestra vida en peligro o simplemente, es alguien que nos está valorando o nos desaprueba. En fin, son esos instantes mágicos rodeados de vida, inflexibles y definitivos.


 “Yo te busco con mi mejor mirada, pero tú me miras y mi mundo cambia”.


 El ocaso llega a la ciudad luz, es el momento preciso en que la suave brisa arrastra el alma del Sena, como el redoble de tambores, se dejan sentir sus pasos ligeros que se aproximan a su ansiado encuentro. 


 No sé si les ha pasado, pero la proximidad de un encuentro con el ser amado es algo que transforma el tiempo, todo se torna más lento o más rápido a placer de la contrariedad, difícil es, que todo salga bien por regla general. 


 Michelle, era consciente de esto, no le pedía nada a la providencia, solo una cosa tal vez, que no lloviera o no por lo menos, mientras no estuviera dentro del local donde se encontraría con su amor. 


 Cercano a su destino que no era otro que la 16-18 Rue Gaillon, 75002 de la ciudad de París, para ser exactos, este hombre sentía un torbellino en su pecho, pues allí,  en estas coordenadas, se encontraba el motivo de su prisa, de su atropello, como les digo, él iba llevado por la inercia que causan los sentimientos, su apuro está cimentado de esa materia indeterminada que en ocasiones te hace feliz, pero definitivamente es cama donde reposan todos los corazones heridos. 


 Su punto de encuentro era el célebre Restaurante “Drouant” de la ciudad de París, conocido por ser de los más distinguidos, éste Restaurante, ha estado recibiendo el jurado del Prix Goncourt todos los años desde 1914, así como el jurado del Prix Renaudot desde 1926, ambos reconocidos y emblemáticos premios literarios franceses. 


 Pero para Michelle, nada de eso importaba, solo quería ver a su amor, el único inconveniente era que nunca la había visto en persona, jamás había vislumbrado su rostro, la pasión qué lo envolvía, se había gestado a través de las cartas, de las letras, ella era de un pueblo cercano a París, como era costumbre en la época, ella era un familiar lejano de Michelle. 


 La mente de este hombre no hacía más que pensar y pensar como le reconocería, él jamás tuvo la prevención de ponerse de acuerdo con ella, en sí llevaría alguna prenda en particular o cosas por el estilo. Pero llegó el momento, ese momento tan esperado por Michelle, parado en la recepción del hermoso restaurante, es abordado por un camarero, que le pregunta su nombre y pretende llevarlo al encuentro de su dama, pero algo revelador cruzó la mente de Michelle y detuvo en seco al camarero. 


 Le dijo, gracias, pero no me diga más, yo la encuentro y se dispuso a recorrer el local, observando, buscando con su mirada lo que para él era su vida entera. 


 Cuando de la nada, como un rayo entro en sus sentidos, en su alma, ese sentimiento de ser totalmente arropado como por un golpe de viento en alta mar, él sin duda sintió que lo miraban, pero esta vez como nunca antes. 


 Entonces voltea y desde lo más alto de las escaleras viene bajando el más dulce ángel, con sus dos luceros clavados en él, todo se hizo tranquilidad por instantes, se desaparecieron de su alma, sus antiguas angustias y comprendió que en su vida solo la necesitaba a ella. 


 A ella y a todo lo que le hacía sentir su mirada.


Por: Luis Gonzalo Guerrero.


JURADO GRUPO EDITORIAL.

Comentarios

  1. Este escrito hace hincapie,a lo que llamamos la mirada es la transparencia del alma..Recuerdo hechos que se sostienen en eso,cuando sentia que mis hijas me mentian les decia ?mirenme a los ojos ..Alli puedes ver o la mentira o la verdad, y saben por q ,a mi manera de ver ,es cuando mientes no sostienes la mirada,pues los ojos son espejos del alma..Una prueba fehaciente de la mirada,es la pureza que hay en la amamantacion,cuando como madre amamantamos la mirada del hijo es tan pura, tan llena de amor que se puede decir que es la conexion entre el cielo y la tierra,es el angel que Dios te envio y al ver la mirada de ese angel tan penetrante ,alli como madre se dice no hay nada mas bello que la mirada de tu hijo .

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