La muralla que separa al mar de la ciudad




El Ávila un canto eterno de libertad.

 

 El Cerro Ávila, imponente bastión entre el mar y la ciudad, late con una magia que trasciende lo tangible. Su presencia es un recordatorio palpable de la conexión entre la naturaleza y la humanidad, un vínculo que nos invita a reflexionar sobre nuestra existencia.

 En 1799, el médico alemán Alejandro de Humboldt llegó a las costas de La Guaira, y su encuentro con el Cerro Ávila cambió su perspectiva sobre la naturaleza. Humboldt quedó fascinado por la majestuosidad del cerro y su papel en la formación del clima y la geología de la región. Durante su estancia, Humboldt realizó estudios detallados sobre la flora y fauna del cerro, y sus descubrimientos sentaron las bases para la creación del Parque Nacional en 1958.

 Pero Humboldt no fue el único en quedar cautivado por el Cerro Ávila. En el siglo XIX, el doctor alemán Hermann Knoche llegó a Venezuela y se estableció en la región del cerro. Knoche fue un pionero en la exploración y estudio de la flora y fauna del cerro. Los trabajos de ambos demostraron que el cerro no solo es un lugar de belleza, sino también un tesoro de conocimiento y descubrimiento.

 Con sus 85,192 kilómetros cuadrados de belleza, el Cerro Ávila nos sumerge en un mundo de contrastes, donde la majestuosidad de la montaña se encuentra con la serenidad del mar. La historia de este lugar es un tapiz rico en leyendas y anécdotas, desde la figura de Gerónimo de Ávila, hasta los personajes más folklóricos del imaginario popular.

 Pero el Cerro Ávila es más que un simple paisaje; es un espejo que refleja nuestra relación con la naturaleza. En sus senderos, descubrimos la interconexión entre el medio ambiente y nuestra existencia, y nos damos cuenta de que somos parte de un todo más grande. La magia del Cerro Ávila no solo reside en su belleza, sino también en su capacidad para inspirarnos y hacernos reflexionar.

 A medida que ascendemos por sus senderos, la ciudad se aleja y la naturaleza se acerca. El sonido de las nubes se mezcla con el canto de los pájaros, creando una sinfonía que nos envuelve y nos hace sentir vivos. El Cerro Ávila es un lugar de encuentro, un lugar donde la naturaleza y la humanidad se unen en un solo ser vibrante y verde, muy verde.

 Es un lugar que nos recuerda nuestra responsabilidad para con el medio ambiente y nuestra obligación de protegerlo para las generaciones futuras. Ya en su cima, el paisaje se abre ante nosotros como un lienzo de colores y texturas. El viento nos acaricia el rostro, y la sensación de libertad nos invade.

 Y así, el Cerro Ávila se alza, un faro de esmeralda en la costa del tiempo, donde el viento susurra secretos a las estrellas y la naturaleza despliega su manto de seda. Un lugar donde la humanidad se encuentra con su esencia, y la belleza se desborda en un canto eterno de libertad.



Por: Luis Gonzalo Guerrero.

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Comentarios

  1. Sobrino todo es muy interés en esta redacción, pero la más espeluznante y a la vez tan conmovedora, es la del médico alemán... Galipan, cerró Ávila, quien no ha tenido la dicha de estar en tan maravilloso lugar, se pierde de una de las maravilla sde venezuela, Hasta Ilan chester le compuso una canción al cerro Ávila... Jajaja ahora de leer tus maravillosas notas. Me voy a escuchar a ilan chester... Saludos sobrino...

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  2. gracias tia Ilan y una copa de vino !!

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  3. Así mismo, el gran cerro el Avila. No sabía es historia del nombre. Solo la de Pacheco y su relación con el frío.

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