Morapio





Morapio

Londres, 6:00 Pm.

En una tertulia muy distinguida, en el famoso restaurant "Scott’s", en el distrito de Mayfair, Cinco comensales disfrutan sin parar de las delicias de su cocina, cuando uno de ellos de forma amable pide permiso al resto y les informa, de manera serena:

《Mis queridos amigos, sería un placer sin medida que ustedes de forma generosa, me permitieran hacerles un obsequio, me harían el hombre más feliz del planeta》

A lo que todos contestaron de forma amable.

《Sí》

Unos de forma sonora y otros asentando con la cabeza. De inmediato el mesonero, trae de la cava un vino, el cual presenta ante todos y dice de manera muy sobria.

《Chateau Petros; cosecha de 1945》

Esto podría ser un acto común, entre amigos, sin ninguna connotación especial; pero resulta que este vino tiene un valor de cerca de 30000 euros; lo que convierte esta fineza en algo excepcional. El consumo de vino es algo que distingue al hombre del resto de los animales, nos hace divinos, es lo que nos dio forma, como civilización. El acto de agarrar uvas y prensarlas, hasta sacarles el jugo y convertirlo en tal elíxir, nos hace únicos. La relación de nosotros con el vino es desde hace por lo menos 8000 años. Los que mejor describen, esta relación son los griegos, a través de su mitología, ellos tenían un Dios llamado Dionisio, el cual era el más extraño y atractivo de todos los dioses olímpicos, esto lo digo por qué él encierra en sí, muchos misterios.

Era hijo de una mortal, con un Dios (Zeus). Parte del mito dice que muere y resucita, además que fue Dios desde su nacimiento, no como sus hermanos de la misma condición mixta (padre dios y madre mortal) que fueron Héroes o semidioses. Dionisio fue gestado en el muslo de su Padre, hasta el momento de su alumbramiento, convirtiendo a Zeus en su Madre y Padre al mismo tiempo; esto lo hace un Dios pero muy cercano a lo humano. Así es el vino igual que Dionisio, tiene todo de divino y todo de humano, a veces puede causar alegrías y a veces desastres. Esta ambivalencia es lo que lo hace único y tiene para el que lo consume un significado espiritual. El vino es el sendero hacia los dioses, es la forma en que la mente viaja, convirtiéndonos en un ser definitivo, te hace caminar por ese borde delgado entre el abuso y el disfrute, llenando tus sentidos con aromas, texturas y sabores, de tierras que jamás pisaste; un buen catador puede sentir los matices, de cada característica con lujo de detalles. La moderación debe ser su única barrera, del resto, solo está ahí para ser disfrutado, es fuente infinita de salud y conocimiento; por que bien lo decía el químico, físico y matemático francés, Louis Pasteur:

《Hay más filosofía y sabiduría en una botella de vino, que en todos los libros》.

Comentarios

  1. Yo seré una amante eterna de Dionisio.. Ya q me encanta el vino, su frescura, su sabor, su elegancia servida en copa, y soy de la q lo distruto con placer, mas no sin cordura... El cierto q el viko te lleva a esos viajes de ensueños, de alegría, de hablar y hablar hasta por los codos.. Pero si se toma con precaucion. Por q si existe abuso te lleva a un lugar, que se llama silla voladora... Todo da vuelta y vuelta... Así q si de algo se es que un buen Merlot es un placer en la mente.. Salud sobrino

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