El espejo de nuestra alma.



 El espejo de nuestra alma.

    


   Hoy recibí un artículo de un popular sitio web de corte informativo, a través de un buen amigo, maestro de la vida, escritor, deportista y oficial de la Armada, entre otras muchas cosas; él es prácticamente un Samurái. Me gusta escribir de todo sin reparos, así que les cuento que este artículo me parece sumamente curioso e interesante.

    En él se describe un suceso acontecido en la mar a varios buques. Cito: “Los oficiales de marina que se encontraban a bordo del petrolero Willowy, experimentaron un extraño fenómeno el pasado 31 de mayo, mientras navegaban en aguas del océano Atlántico, al oeste de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). En las primeras horas de aquella jornada, detectaron que tanto su barco como otros cuatro que se encontraban en la zona estaban navegando en círculos, incapaces de seguir el rumbo establecido”. ¿Qué curioso, verdad?

    Este fenómeno tiene varias explicaciones: falla de instrumentos, corrientes oceánicas fuertes, cambios en el magnetismo de la tierra, etc. Sin embargo, mi mente navegaba en aguas más profundas; me repetía una y otra vez: ¿qué curioso? Mi pensamiento no estaba en el fenómeno, pues ya las razones lógicas y marineras estaban expuestas.

    La mente, en su complejidad y su infinita capacidad, nos lleva a momentos y lugares donde a veces queremos y a veces no queremos estar. La mente no conoce de obstáculos; las ideas y pensamientos navegan en ella como un portentoso buque en ese mar de circunstancias, recuerdos, estudios, experiencias y anhelos.

    Esta circunstancia expuesta en ese artículo la sentí como un escenario por el cual transitamos a diario. Nos despertamos y ya tenemos un plan de navegación; tenemos claro nuestras coordenadas, nuestra ubicación, cuál va a ser nuestra travesía y cuál va a ser nuestro derrotero. Pero nuestra mente sigue ahí, procesando la información de problemas, deudas, compromisos y pare de contar. Sin darnos cuenta, vamos navegando en círculos. ¿Curioso, no les parece?

    Así que no debemos confiarnos por entero en la tecnología moderna que nos acompaña. Debemos ver dentro de nosotros ese instinto, esa garra que nos permite salir adelante a pesar de las vicisitudes. Debemos atender ese llamado a lo primario, como aquellos marinos de sextante, compás, astrolabios, que bajaban estrellas en cálculo del cielo para su navegación. Asimismo, nuestros sentimientos, corazón, valores y familia deben guiar nuestras ideas y pensamientos para conseguir nuestro rumbo franco y llegar a puerto seguro.

    “Es decir, que en la inmensidad de nuestro ser, debemos cultivar la mente que navega sin rumbo, entre la bruma de la incertidumbre y la luz de la conciencia, en un viaje sin fin, donde el destino es el propio descubrimiento, y el horizonte, el espejo de nuestra alma.”

    Por: Luis Gonzalo Guerrero.

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